Cuando aterrizas en el aeropuerto de Santiago de Chile la sensación es de absoluta normalidad. Después, más tarde, cuando te vas adentrando en la ciudad esta sensación es completamente diferente. Para comprender la situación actual de Chile (si es que haya alguien que sea capaz de acercarse un poco a esta realidad) hay que volver al pasado.
Después de 17 años de la brutal dictadura de Pinochet (dictadura que en términos económicos no ha variado ni un ápice) el país adopto un camino cuyas consecuencias han sido el detonante del estado casi bélico en el que se encuentra en este momento. Todos los presidentes que han pasado por el sillón presidencial, desde Patricio Aylwin al actual Sebastián Piñera Echenique han dejado el país en manos del capitalismo más salvaje. Y cuando el capitalismo es salvaje se vuelve muy peligroso. La privatización de las empresas estatales, entre ellas, bancos, industrias del cobre, explotación de nitratos, autopistas, farmacéuticas, industrias energéticas (muchas de ellas en manos de empresas españolas), los sueldos irrisorios de la mayor parte de la población, la educación privada que te hipoteca de por vida, los medicamentos inaccesibles para los ancianos con pensiones ridículas, una clase política corrupta y saqueadora de la riqueza del país, las grandes multinacionales que se quedan con el 80% de su producto interior bruto y evaden impuestos continuamente hacia otros países, etc.. han sido el detonante de la peor crisis social desde la dictadura del país al que muchos economistas ponían como ejemplo de crecimiento de América Latina. Lo que estos economistas nunca decían era que ese crecimiento solo afectaba a una minoría. Y ahora les ha estallado en todas las narices.
Lo que se juega Chile en la calle estos días, y que todos los medios de comunicación en España nos hacen más que ignorar, es la voladura total de un sistema neoliberal brutal que ha sumido a la mayor parte del país en un estado policial. Las grandes corporaciones dueñas de la opinión pública mundial mienten, engañan y no dudan en utilizar cualquier medio para mantener este status quo en beneficio de una elite que no empatiza ni con sus propios compatriotas, una elite soberbia, clasista, conocedora de su poder y de sus propias miserias.
Chile ha sido, y es, el experimento del capitalismo más brutal en el patio trasero del planeta. Un estado que no empatiza con sus ciudadanos es un estado a suprimir, un estado que permite la pobreza extrema de muchos en pos de unos pocos es un estado a eliminar, un estado que pierde todos los referentes morales que humanizan a la sociedad es un estado fallido. De facto Chile es, y ha sido, un estado fallido.
Para entender la dinámica y el fundamento de estas revueltas hay que verlas de cerca, escuchar a los oprimidos, ver que hasta lo que se consideraba clase media protesta día tras día, sale a la calle y sufre los gases lacrimógenos como uno más.
En chile se dan varios fenómenos que merece la pena analizar.
El primero, y que más llama la atención, son las famosas AFP (Administradoras de Fondos de Pensiones). Por decirlo de alguna manera, el pillaje se queda corto para definir a este tipo de “empresas”, porque esa es la palabra, empresas. En este país únicamente el ejército y los Pacos (carabineros) disfrutan de una pensión publica, el resto de los mortales está obligado a contratar un fondo de pensiones privado del cual no sabes si algún día recuperaras el dinero que has ido entregando puntualmente todos los meses. Y cuando te jubilas, estas AFP te van dando tu dinero poco a poco (ojo, no todo) con una estimación progresiva considerando que vas a vivir unos 110 años, unos crack. Estas pensiones son tan ridículas que no resulta raro ver personas de más de setenta años atendiendo un negocio o sirviendo detrás de la barra de un bar. Hablamos de pensiones mínimas de unos 100.000 pesos (sobre 120 euros), en un país donde los precios son similares, o mayores a los de España.
Otro de los fenómenos más peculiares es la sanidad. Aquí no existe sanidad pública, si bien es cierto que cuando tienes un accidente te llevan a un hospital para estabilizarte, posteriormente hay que acudir a la sanidad privada y las facturas son enormes. Se dan casos tan terribles como de personas que tienen que vender su casa para tratarse un cáncer o cualquier enfermedad complicada. También se dan otros casos a los que en la factura de un paciente se le suman gastos de tratamiento que en ningún momento se le han ofrecido. A esto se le llama robar. También quisiera hacer la observación del precio de los medicamentos. Por poner un ejemplo, en un simple tratamiento de tiroides –que es de por vida- la diferencia de precios con respecto a España es abismal: de 0,80 céntimos la caja en nuestro país a 10 euros en Chile. Se puede uno imaginar lo que pueden llegar a costar medicamentos para enfermedades más graves. Por cierto, las primeras empresas en ser saqueadas fueron farmacias pertenecientes a grandes corporaciones. Otras farmacias, como las Mapuches, fueron respetadas en todo momento.
Si hay algo que realmente asusta en Chile son las enfermedades mentales. Durante la dictadura y los consiguientes años 30 años posteriores el pueblo chileno ha vivido bajo una presión económica y social tan brutal que se han alcanzado cuotas máximas en enfermedades mentales. De hecho Chile está en el quinto lugar del mundo en este aspecto.
La educación, el pilar del movimiento social. Han sido los jóvenes entre 14 y 18 años los primeros en dar un salto cualitativo para que se haya producido esta revolución social. Primero fue saltándose los tornos del metro, mas tarde no pagando los billetes de autobús, y posteriormente encabezando la primera línea de las manifestaciones. Son la esencia de este estallido social, y si eso es así es por un motivo muy claro: no tienen ningún futuro, o si lo tienen será peor que el de sus padres, se hipotecaran de por vida con los estudios y formaran parte de este engranaje capitalista del cual no están dispuestos a participar. Ellos lo saben y el poder los ignora, un buen motivo para ser optimista, esto no va a parar. También en los círculos universitarios la movilización ha sido total llegando dar por terminado el curso presente antes de tiempo.
Por lo que a nosotros nos toca, a nuestras empresas- llámense Endesa, Albertis, etc…- deberíamos sentir vergüenza del papel que representamos en Chile. No es raro que para muchos chilenos seamos vistos como unos saqueadores. Para hacerse una idea de ello el mejor ejemplo son las autopistas (aquí no existen autovías) o los propios cinturones de circulación de Santiago. Es imposible circular sin pagar constantemente peajes. Para hacerse una idea hay que imaginarse una M30 o M40 en Madrid con el mismo sistema. Un servicio eléctrico igual de caro que en nuestro país, grandes corporaciones extrayendo cobre con una suma de beneficios que solo se destinan a las capas altas de la sociedad, a la elite. Chile es un país con unos recursos enormes pero donde el pastel se lo reparten cuatro familias, con el beneplácito de las empresas españolas y americanas, especialmente. Y si quieren darse cuenta de estas desigualdad dense un paseo por las zonas altas de la ciudad y posteriormente acudan a los suburbios donde ni los propios pacos tienen el valor (en un paco hablar de valor es un eufemismo) de patrullar.
Además de todo esto, en Chile solo existe un tipo fijo de IVA, el 19%. Si te compras una barra de pan, una pistola (ahora se han puesto de moda subiendo en un 200 % la venta) o un coche de lujo pagas el mismo IVA. Un sistema muy justo.
A dia de hoy (lo menciono pues esto que estais leyendo lo empecé a escribir a mi llegada a Chile) parece que la situación esta más calmada, Falsa Calma dicen en las calles. Se lucha por crear una asamblea constituyente para redactar una nueva constitución (la actual se creó en época de Pinochet), con derechos y obligaciones para todos, algo sinceramente poco creíble. Se da la circunstancia que en estos momentos en Chile comienza el periodo vacacional con todo lo que ello conlleva. A dos meses del estallido social, con todo el costo humanitario que esto ha supuesto (3.461 heridos, 367 víctimas de traumas oculares, mas de 23 muertos) el presidente Piñera (dueño de una fortuna que supera los 2.400 millones de dólares) no ha realizado verdaderos cambios estructurales. A pesar de tener una rechazo social del 80 % como presidente, el modelo socioeconómico – clave en las manifestaciones- no ha sufrido ningún cambio, todo han sido medidas de maquillaje para desactivar la protesta. Lo que son propuestas para que se produzca un cambio en profundidad están completamente ausentes. No sé ha tocado ni a bancos, ni las Afp, ni a los grandes grupos económicos. Lo que no entiende este gobierno es la profundidad de la crisis, y quizá tampoco muchos gobiernos extranjeros, incluido el nuestro (o quizá si, son muchos los intereses de las empresas españolas en Chile).
Me es difícil terminar este artículo sin mencionar a los Pacos, como se llama en Chile a los Carabineros. Son una casta aparte. Es la policía de Chile, pero una policía que en vez de proteger a su pueblo lo reprime, un cuerpo formado por personas muy jóvenes, de procedencia humilde en su mayoría y con una formación educativa mínima. Además, tienen sus privilegios como jubilarse con 20 años de servicio y bajo un sistema de pensiones públicas. Así se puede entender su actitud, se puede entender que muchos de los saqueos hayan sido permitidos por ellos mismos (visto con mis propios ojos) para desactivar el movimiento social, y como no, las conexiones con el narcotráfico. Sobre esto habría mucho que contar, como me conto Juanito, gerente de lo que fue un centro de tortura durante la dictadura llamado actualmente “Centro de Tortura EX Nido 20”. Para Juanito la situación actual era muy similar a la de 1973, unos meses antes del golpe. Uno de los factores que más influyeron en la preparación del alzamiento (aparte de la ayuda Estadounidense) fue la implicación del narcotráfico con la junta militar, y en especial, con el General Pinochet. Es mucho el dinero el que se mueve y su destino puede ser muy lucrativo si lo que necesitas es un ejército bien preparado. Pienso que he sido testigo de un momento histórico para Chile, a pesar los momentos de miedo –que siempre los hay, no así para muchos chilenos, la dictadura les quito hasta el miedo-, de los gases lacrimógenos, ha merecido la pena. Tengo familia en Chile, que luchan por su negocio, por sus trabajos, por el futuro de sus hijos y el presente de sus mayores. No han cejado en ningún momento de hacerme sentir como en casa, me han mostrado su solidaridad con los menos favorecidos, y me han recordado que aunque vivamos en un mundo donde cada día cuenta más el dinero, no hay que perder la humanidad. Aquí debemos de tomar nota, por aquello de cuando veas a tu vecino las barbas cortar pon las tuyas a remojar.
Por Ángel Fernández.