Fotografía en los alrededores de Viforcos.
¡Hoy es una noche rara! Me encuentro escribiendo esto mientras intento no recordar todas las veces que me reí de tus chistes malos, porque sinceramente, peores ni Chiquito. Pero eso es precisamente lo que te hacía especial.
Desde el momento en que te conocí, supe que estábamos destinados a ser colegas, aunque nunca imaginé que tendría que escribirte una carta de despedida. Tu sentido del humor era, bueno, especial. No sé cómo hacías que todas esas bromas extrañas e incomprensibles fueran graciosas, pero lo hacías, y de alguna manera te queríamos por eso.
Tus ocurrencias eran legendarias, y no importaba si estábamos mirando un andamio o en medio de la nada, siempre encontrabas una forma de hacer que todos nos rascáramos la cabeza antes de reírnos. Sí, nos lo pasamos bien contigo, siempre tenias buen rollo, y eso para mí tiene un valor especial. Cómo olvidar esa manera de encadenar chistes –ojo, algunos eran buenos- y repetirlos una y otra vez, y ahí estábamos, estoicos ante un fenómeno de la naturaleza.
Tu manera de enfrentar la enfermedad para mí ha sido digna de admiración, incluso a veces tus comentarios sarcásticos sobre médicos y hospitales eran de lo más oportunos. Nunca perdiste tu ingenio, incluso cuando todo lo demás era incierto.
La que sí es cierto es que poco a poco vamos despareciendo, unos antes de tiempo (casi siempre los mejores). Como una ruleta a ti te toco un lupus, a otro un infarto, el cáncer,… ya sabes, el mundo es un poema, y si nos olvidamos de ello todo se volverá frío y mediocre. Si no somos capaces de admirar a alguien que ha sabido afrontar la enfermedad y la muerte con tu valentía sólo nos quedara un triste fuego en casa donde calentarse las manos, pero todo estará vacío.
Viviste, trabajaste duro, bailaste, quisiste a quien tenias a tu lado, te quisieron, la vida te dio y tú también la distes, siéntete orgulloso. Sé que es una putada irse tan pronto y tú no te lo merecías, pero espero que te quede de consuelo el que vivirás en mi memoria, y en la de muchas más personas, para siempre. Descansa en paz, amigo.
P,D. Gael te manda un abrazo desde Brazuelo, siempre le saludaste y tenias una sonrisa para él. Vamos a echar de menos ese camión camino de Viforcos, de la libertad. ¡Qué tiempos!