“Ninguna guerra es necesaria en el siglo XXI ya que, ya aprendimos a hablar.”
Despertamos estupefactos con las noticias de la noche. Una sensación de coraje me invadió, entré a la cocina para comer algo antes de salir, todos estaban abrigados, alistándose para ir en ayuda a los directamente afectados.
Mi tía Lesya, con los ojos más profundos que lo normal, dijo:
-Voy al cuartel de la defensa, igual que ayer.
– ¿Qué están haciendo allí? – preguntó con la voz embargada el abuelo.
-Allí preparamos guisos, albóndigas, corvinas para nuestros guerreros, nuestros ángeles defensores, también tejemos chalinas mientras oramos.
– ¡Rayos! Lo peor está por llegar, el objetivo del demente ruso es tomar todo el país, sin importar cuanto destruya. Nuestra gente es fuerte, no será fácil para ese astillazo de aborto, nos batiremos puro coraje. Nada está decidido, pero es nuestra casa, nuestra vida…
– ¿Sabes papá? – dijo tía Lesya – mi bronca, es la correlación de fuerzas muy desequilibrada, y, sin hacer predicciones, hay que estar preparados para que lo peor ocurra. Es inaceptable que él se crea un Dios y venga a nuestro país a matar a nuestros niños… Ni siquiera las sanciones masivas europeas y estadounidenses y el envío de armamento, frenan al Hitler del siglo XXI.
Mientras en la radio se escuchó: – ¡Gloriaa Ucrania! ¡Muerte a los Enemigos!
Lyubochka– mi prima que siempre es risueña y juguetona, con el ceño fruncido, una expresión tensa y con todo su dolor contenido, dijo:
-Todos los días, todas las personas deberían cambiar de lugar con otro, uno debería quedarse en la piel de otro; para sentir lo que siente el otro en su cabeza, en su estómago, en su corazón…Creo que así terminaría la maldad sobre la faz de la tierra. Nosotros, también preparamos comidas calientes para nuestros combatientes desde el puesto de avanzada, otros recolectan ropa de abrigo, ropa interior, comida, dinero. En general, cada uno contribuye con lo que puede… Abuelo, hoy tendrás que ir a comprar algo de pan y patatas, que ya se nos terminó, si logras traes algunos chorizos.
– Si hija, no te preocupes, conseguiré un repollo también. Pienso que pagaremos un precio muy caro por tratar de defender lo que es nuestro, el demente quiere tener el imperio más grande del mundo. Después de nosotros, pretende ir por los otros, quiere llegar a la península ibérica. A él, no le importa sacrificar cuatro o cinco generaciones de jóvenes de su país, apenas tiene sede de poder, se cree un Dios mayor que el mismo Dios y mira al pueblo de Rusia como pertenencia suya, objetos para su uso. Entonces, de nosotros no tendrá piedad. Tratará de demolernos, triturarnos como talco. Pero, el mal nacido, no sabe que somos como un hueso duro de roer.
– Si abuelo, todo está difícil. Por segunda semana estamos viviendo en el epicentro de una guerra selectiva y despiadada. Caín le levantó la mano a Abel. El precio ya no vale la pena. Ciudades enteras están siendo destruidas. Miles de personas pacíficas, niños, ancianos están muriendo.
Al escuchar a mi prima, tía Lesya dijo:
-Los enemigos se transforman en bestias. Aparentemente, están siendo tomados por la desesperación, porque están sufriendo grandes pérdidas, son jóvenes, son víctimas de su propio miedo. Todo eso es una locura. Ayer, una abuela contó cómo durante la Segunda guerra los alemanes ayudaron a mujeres y niños heridos. Ahora el Nuevo Hitler está acabando con los heridos. No hay precedente para su actitud. Su actitud, es totalmente criminal. ¡Mi corazón está estallando en pedazos!¡Nunca será perdonado!
En la radio se escuchó: -¡Dios bendiga a nuestros muchachos! ¡Nuestros defensores!
El abuelo, con la voz embargada, se puso solemne y dijo:
-Resulta imposible no sentir esa impotencia, esa desesperación que sintieron tantas personas inocentes, hace tantas décadas, cuando Adolf Hitler, en su surto de locura hizo tantos descalabros que avergüenzan a una nación hasta el día de hoy, como para poder fingir que ya no existe una conexión entre dichos sucesos y la actualidad. Putin trae desequilibrios desde su niñez, desde la cuna y quiere a través del abuso de poder, vengar su propia existencia. Eso significará raudales de sangre para muchas naciones…Simplemente no hay palabras, solo palabrotas…
Tomé un sorbo de café y sentí un sabor a hiel, el sabor no emanaba del café, provenía del impacto de las palabras del abuelo. Putin e sun hombre ruso que se considera Dios e hipócritamente ora esperando la respuesta del creador, mientras asesina a nuestros niños y avergüenza a gran parte de su nación.
Lyubochka empezó a contar que:
-En los remotos tiempos de paz, mi marido trabajó estrechamente con colegas rusos. Eran hombres de negocios inteligentes, políticamente responsables y analíticamente informados. Personas que viajaron mucho por Europa, leyeron bastante, vieron y entendieron muchas cosas. Empero, toda esta semana, mi marido, les ha estado diciendo sin parar lo que está pasando. En detalle, en fotos, en hechos. Se les mostró nuestra realidad dura y cruda. Sencillamente, no le creen. Dicen que son noticias falsas. Creen que nos matamos.
– ¡Absurdo! Me retuerce el hígado. Es que aún no reciben los cuerpos de sus soldados apilados, además no sienten en carne propia como nosotros. Todos tenemos familiares en Kiev, Kharkov, Mariupol… La vecina, me comentó que su hijo va al jardín de infantes y por las noches al recogerlo llora con otras madres… – En ese momento tía Lesya dejó escurrir lágrimas de sus ojos y de forma vehemente vaticinó: -Ucrania está bajo la bendición especial de Dios. Ofender a este país es equivalente a insultar al Todopoderoso. Por lo tanto, tengan miedo de perturbar su paz y armonía. ¡La venganza será diez veces mayor!
Mi prima Lyubochka concluyó:
– ¡No es justo tanto sufrimiento apenas para construir el Reich de Putin!