Entre las bombas y los restos de cuerpos
te hiciste hombre
sin pedir permiso,
mientras el permiso gritaba «¡sálvate!»
Llega al punto más alto
y salva lo que se puede salvar
¡Oh, Alí de un país olvidado!
No llores por las piernas
que en el trayecto se doblan al suelo,
por los muertos que arrastran
cuerpos masacrados.
En Afganistán los derechos olvidados
dejan el sabor
de desierto mudo entre los labios.
¡Oh, pequeño Alí!
¡No pierdas la esperanza
en la violencia!
Conserva tu inocencia
para sanar la herida del mundo.
Mira la libertad de las hebras de hierba,
acarician las tiendas de campaña
de este campo de refugiados,
mira las almas de cuerpos mutilados,
sentadas sobre la tierra,
no lloran, se revelan
gritan «No» a la violencia
del hombre que usa las manos
para estrangular la vida.
Dicen que los talibanes
tienen a su vez una herida
que los conduce al horror
a la violencia, al terror,
entonan de los guerreros
la canción,
incluida en los símbolos
que abren el portón
de oscuras tinieblas,
rito de sangre que proclama
los tiempos de fatalidad
de la comprometida humanidad
de un hombre que reduce otro hombre
a la impotencia,
matando la inocencia
en los ojos de los niños.
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Extranjera
Llena de sangre nació,
con pocos versos llorados
se anunció,
en un barco lleno
de ojos desesperados,
donde la idea de la vida
casi escapaba.
Nació para sazonar
con su presencia extranjera
la quimera
de una vida mejor.
Nació entre medusas,
en el mar de Lampedusa,
acorralada de mariposas eléctricas
que devoraban las carroñas
de cuerpos que soñaban
tocar tierra, antes de ahogarse.
Nació ya grande, para salvarse
y salvar el corazón del África continental.
En su sonrisa natural
se ve como sonríe a la vida,
con movimiento soberano,
llega y llama a los blancos «hermanos» ,
con su negrada oliente a cebolla frita.
Si la oyes, oyes en su sonrisa infinita
el vudú de tambores
y en sus ojos, reflejados,
se ven los colores
de la sangre derramada
por el sabor de libertad.
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Guerra diaria
Ya vuelan blancas palomas de viento
por el norte y este, por el sur y oeste,
por el inagotado pensamiento,
evitan corrientes que desatan
ambientes crepusculares
de pústolas
sobre la herida de la tierra.
Son mártires de plumas,
condenan la guerra.
Esa guerra cotidiana que alimenta
flores de sangre, miseria, hambre.
Guerra que se pudre silenciosa bajo el sol,
con un viejo silencio reventado
de postillas tibias que hablan
de los gritos adjuntados
en los ojos sin órbita, picoteados
por pájaros marinos
que abrazan el destino
de los emigrantes
que encuentran la muerte.
Mundo inerte, indócil suerte,
extraña muchedumbre
que no se ajunta, que no se mezcla,
que vive en la indiferencia,
hábil en descubrir el punto de castración
de la humana presencia.
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El rostro de Europa
Derrumbada adentro del horror,
inerte en las olas del Mediterraneo,
entre pobres rostros muertos
inocentes que ofrecen médula y linfa
para alimentar grandes peces y tiburones,
he reconocido, con convicción,
solo uno: el rostro de Europa
desbordante de indiferencia duplicada
con voz afónica, muda de palabras
en el enorme charco sangriento,
que no es mar mas cementerio,
camposanto salado de masacre,
narrado de la gente que dice
«Se puede morir en cualquier lugar,
se sabe, la injusticia no es un tema nuevo,
es retórica y, por ciertos aspectos,
experiencia humana» ,
Esperanza alimentada de un babeo de sangre,
teatro para quien quiere
un exterminio más grande,
mientras el hambre esfuerza los pobres
a salir del cuerpo
o a tratar de sembrar un seno
en lugar del mundo
para descubrirse a chupar
de un pecho infecundo,
inflamado de ambiciones e individualismo.
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Cementerio de plumas
Se equivocó la paloma,
terminó su vuelo
en una película de horror,
temblor de bombas
que queman la hierba.
El desierto vomita
trozos de carnes.
Las pocas flores huelen
a tierra quemada.
Con la bandera de la libertad
negada,
los ojos de los niños
saludan las tinieblas
y se secan las heridas.
En las mezcla de tierras
y de historias sufridas,
crecen semillas de odio.
Se oyen estruendos
y la franja de vida es reducida
a sepulcro lleno
de lúcida desesperación.
Se pierden los nombres,
se pierde la razón,
con la inocencia asesinada a Gaza.
La paloma equivocada, pasa
y chilla «NO» a la masacre
«NO» al gusano y a los ojos comidos.
¡Oh, paloma sin mancha!
Te moja el llanto estremecido.
Las armas cargadas en el mundo
llegan a Israel continuamente,
la locura de la gente
hará de tu cuerpo
un cementerio de plumas.