Inocencia asesinada

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Entre las bombas y los restos de cuerpos

te hiciste hombre

sin pedir permiso,

mientras el permiso gritaba «¡sálvate!»

Llega al punto más alto

y salva lo que se puede salvar

¡Oh, Alí de un país olvidado!

No llores por las piernas

que en el trayecto se doblan al suelo,

por los muertos que arrastran

cuerpos masacrados.

En Afganistán los derechos olvidados

dejan el sabor

de desierto mudo entre los labios.

¡Oh, pequeño Alí!

¡No pierdas la esperanza

en la violencia!

Conserva tu inocencia

para sanar la herida del mundo.

Mira la libertad de las hebras de hierba,

acarician las tiendas de campaña

de este campo de refugiados,

mira las almas de cuerpos mutilados,

sentadas sobre la tierra,

no lloran, se revelan

gritan «No» a la violencia

del hombre que usa las manos

para estrangular la vida.

Dicen que los talibanes

tienen a su vez una herida

que los conduce al horror

a la violencia, al terror,

entonan de los guerreros

la canción,

incluida en los símbolos

que abren el portón

de oscuras tinieblas,

rito de sangre que proclama

los tiempos de fatalidad

de la comprometida humanidad

de un hombre que reduce otro hombre

a la impotencia,

matando la inocencia

en los ojos de los niños.

****

Extranjera

Llena de sangre nació,

con pocos versos llorados

se anunció,

en un barco lleno

de ojos desesperados,

donde la idea de la vida

casi escapaba.

Nació para sazonar

con su presencia extranjera

la quimera

de una vida mejor.

Nació entre medusas,

en el mar de Lampedusa,

acorralada de mariposas eléctricas

que devoraban las carroñas

de cuerpos que soñaban

tocar tierra, antes de ahogarse.

Nació ya grande, para salvarse

y salvar el corazón del África continental.

En su sonrisa natural

se ve como sonríe a la vida,

con movimiento soberano,

llega y llama a los blancos «hermanos» ,

con su negrada oliente a cebolla frita.

Si la oyes, oyes en su sonrisa infinita

el vudú de tambores

y en sus ojos, reflejados,

se ven los colores

de la sangre derramada

por el sabor de libertad.

*****

Guerra diaria

Ya vuelan blancas palomas de viento

por el norte y este, por el sur y oeste,

por el inagotado pensamiento,

evitan corrientes que desatan

ambientes crepusculares

de pústolas

sobre la herida de la tierra.

Son mártires de plumas,

condenan la guerra.

Esa guerra cotidiana que alimenta

flores de sangre, miseria, hambre.

Guerra que se pudre silenciosa bajo el sol,

con un viejo silencio reventado

de postillas tibias que hablan

de los gritos adjuntados

en los ojos sin órbita, picoteados

por pájaros marinos

que abrazan el destino 

de los emigrantes

que encuentran la muerte.

Mundo inerte, indócil suerte,

extraña muchedumbre

que no se ajunta, que no se mezcla,

que vive en la indiferencia,

hábil en descubrir el punto de castración

de la humana presencia.

*****

El rostro de Europa

Derrumbada adentro del horror,

inerte en las olas del Mediterraneo,

entre pobres rostros muertos

inocentes que ofrecen médula y linfa

para alimentar grandes peces y tiburones,

he reconocido, con convicción,

solo uno: el rostro de Europa

desbordante de indiferencia duplicada

con voz afónica, muda de palabras

en el enorme charco sangriento,

que no es mar mas cementerio,

camposanto salado de masacre,

narrado de la gente que dice

«Se puede morir en cualquier lugar,

se sabe,  la injusticia no es un tema nuevo,

es retórica y, por ciertos aspectos,

experiencia humana» ,

Esperanza alimentada de un babeo de sangre,

teatro para quien quiere

un exterminio más grande,

mientras el hambre esfuerza los pobres

a salir del cuerpo

o a tratar de sembrar un seno

en lugar del mundo

para descubrirse a chupar

de un pecho infecundo,

inflamado de ambiciones e individualismo.

*****

Cementerio de plumas

Se equivocó la paloma,

terminó su vuelo

en una película de horror,

temblor de bombas

que queman la hierba.

El desierto vomita

trozos de carnes.

Las pocas flores huelen

a tierra quemada.

Con la bandera de la libertad

negada,

los ojos de los niños

saludan las tinieblas

y se secan las heridas.

En las mezcla de tierras

y de historias sufridas,

crecen semillas de odio.

Se oyen estruendos

y la franja de vida es reducida

a sepulcro lleno

de lúcida desesperación.

Se pierden los nombres,

se pierde la razón,

con la inocencia asesinada a Gaza.

La paloma equivocada, pasa

y chilla «NO» a la masacre

«NO» al gusano y a los ojos comidos.

¡Oh, paloma sin mancha!

Te moja el llanto estremecido.

Las armas cargadas en el mundo

llegan a Israel continuamente,

la locura de la gente

hará de tu cuerpo

un cementerio de plumas.