Si nos atenemos a la calidad de las obras expuestas y al número de visitantes, sin duda la que el Gobierno del III Reich organizo en Múnich en 1937. En esta exposición coincidieron obras de artistas que han dejado su huella en la historia del arte: Max Ernst, Paul Klee, Kandinsky, Otto Dix….; durante los dos años que permaneció abierta (se clausuro en vísperas de la Segunda Guerra Mundial) fue visitada por más de tres millones de personas.
La cuestión es que la muestra no fue creada para que el público admirara esas grandes obras sino para ridiculizar públicamente todo tipo de obras que se consideraban “antialemanas”, agrupadas bajo el lema de Arte Degenerado.
En estos momentos en que se ha abierto la veda de la sospecha sobre si determinadas propuestas artísticas no serán si no una tomadura de pelo (las hay a patadas), es bueno recordar como Hitler propuso suprimir para siempre las obras de arte que no pudieran “ser comprendidas en sí mismas, sino que necesitaran algún pretencioso libro de instrucciones para justificar su existencia”. La purga del Reich se llevo por delante el arte abstracto, la figuración no académica –los expresionistas fueron borrados de un plumazo-, y las temáticas que ofendían sentimientos religiosos, a la patria y la moral.
Todo esto es de bastante actualidad si lo trasladamos a las medidas que están tomando muchos gobiernos y ayuntamientos con respecto a las libertades de los ciudadanos y a la cultura en general por culpa del Covid, un virus manipulado en un laboratorio de China (espero que ya nadie tenga ninguna duda).
En la famosa exposición, muchas de las obras se expusieron con el precio que se había pagado por ellas, para aumentar la repulsa social por el derroche de las instituciones y museos. La operación de acoso se cerraba con un ataque a lo intelectual, a la visión crítica individual que los artistas realizaban de la sociedad y de sus administradores.
Por ver las obras de todos estos degenerados, tarados, sobrevalorados, cretinos, se hicieron las colas más largas de la historia al servicio de la propaganda nazi y en contra de todo lo que oliera a una visión profunda y personal de la creación artística.
Pensaba esto viendo las largas colas de vacunación, la imposición del certificado covid y todas esas medidas que poco a poco nos están imponiendo sin ningún tipo de visión crítica, y mientras leía las declaraciones de varios científicos que aseguran que no hay ningún estudio que certifique la necesidad de una tercera dosis de Pfizer.
¿de nuevo el triunfo de la propaganda?