El Tabaco y «El trabajo excesivo» matan

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«Me gusta y me fascina el trabajo. Podría estar sentado horas y horas mirando a otros cómo trabajan». Jerome Klapka Jerome

En otras palabras, más gente muere por trabajo excesivo que por otras  muchas causas. Sin embargo, la sociedad empuja cada día más a que una gran parte de la población trabaje demasiadas horas para pagar impuestos y garantizar el funcionamiento de sus negocios con el fin de mantener el status quo de otra parte de la población, en su mayoría ajena a los esfuerzos de los verdaderos artífices del estado de bienestar.

Según la Organización Mundial de la Salud (OMS) y la Organización Internacional del Trabajo (OIT), señalan que, cada año, “750.000 personas mueren de enfermedad coronaria isquémica y apoplejía, debido a largas y duras horas de trabajo”. Esto es un fenómeno que se repite en muchos países (especialmente el nuestro), y que requiere ser denunciado para que las administraciones tomen medidas para proteger la salud de todos los ciudadanos.

En los últimos días hemos visto que en nuestro país se han tomado medidas económicas que lo único que harán será acrecentar este problema. Por un lado, la subida desmesurada de impuestos y energía perjudica seriamente la supervivencia de muchos negocios, a no ser que se dediquen muchas más horas a la actividad laboral para poder cuadrar las cuentas. Otro de los factores es alargar el periodo de jubilación con beneficios fiscales a quien más tarde se jubile. Esta es una medida completamente injusta, ya que las personas que más tarde accederán a la jubilación serán aquellas cuyos trabajos tengan menos grados de estrés y desgaste. El trabajador que ha tenido que ejercer su actividad laboral en situaciones físicas que requieren mayor esfuerzo llegarán a la edad de jubilación con un desgaste poco asumible para poder alargar su vida laboral. No es comparable la actividad de un obrero de la construcción, por poner un ejemplo, que de un trabajador de la administración pública, que además de haber tenido una vida laboral menos sufrida, ha tenido la posibilidad de jubilarse en mejores condiciones y a una edad más temprana.

Con la pandemia la situación se ha complicado más aún.  La realidad parece ser que las personas que siguen empleadas tienen que trabajar más para compensar por la pérdida de empleos por Ertes o prejubilaciones. Según varios estudios el 9% de la población mundial -una cifra que incluye niños- está trabajando jornadas excesivas. Y en los últimos años, el número de personas que trabajan en exceso ha estado aumentando. Estas cifras contrastan con el gran número de personas que tienden a vivir, bien por prejubilaciones tempranas, o por algún tipo de subsidio del estado. Estos mismos estudios dicen que “la «muerte por exceso de trabajo» no sucede de la noche a la mañana”, Es un proceso acumulativo de muchos años.

Llama mucho la atención como la Unión Europea prohíbe a los empleados trabajar más de 48 horas en promedio a la semana, mientras omite opinar sobre las horas de trabajo de trabajadores por cuenta propia. Para muchos expertos sobre economía se trata de una muestra total de la hipocresía que se cierne sobre las mentes de las diversas autoridades de la administración pública. En el caso de nuestro país, donde según las estadísticas encabezamos la lista europea de falta de productividad, no todos pueden darse el lujo de trabajar en horarios más equilibrados. Esto es algo que solo está reservado para ciertos sectores de la población, en especial si tienen que ver con puestos de trabajo que dependen del estado (administración, educación, seguridad, defensa, etc.…).

Lo que está muy claro es que si la tendencia continúa en la misma dirección, el exceso de trabajo  no hará más que aumentar, y con el ello el prejuicio de los sectores más desfavorecidos. La responsabilidad de cortar de raíz este ciclo recae tanto en los políticos como, de alguna manera, en los propios trabajadores, que son los primeros perjudicados del injusto sistema establecido para el beneplácito de los de siempre.

Pero los cambios más fundamentales deben ocurrir a nivel gubernamental. Hay que favorecer fiscalmente a los verdaderos creadores de empleo y riqueza para que tengan más tiempo de descanso y vida personal. Hay que crear controles en la administración pública para que sus trabajadores rindan adecuadamente a sus salarios y periodo laboral. Los programas de bienestar deben enfocarse en las personas que se están desgastando hasta los huesos por pura necesidad.

Un país que no cuida de sus verdaderos trabajadores, los que crean la riqueza, está destinado a tener cada vez menos gente dispuesta a dejarse la piel por la supervivencia de “su estado de bienestar”.

Ángel Fernández

Nota: La deuda pública de España se dispara hasta el 125,3% del PIB y marca máximos no vistos desde 1881. Desde que comenzase la pandemia en marzo de 2020, la deuda pública se ha disparado en casi 170.000 millones de euros, un salto sin precedentes en las últimas décadas.