No puedo quitarme de la cabeza las imágenes que he visto de un niño palestino sin vida.
La tensión ha aumentado en la zona durante los últimos días. Durante el mes de Ramadán, estalló una ola de violencia en Jerusalén: más de 300 palestinos resultaron heridos en choques con la policía en la mezquita de Al Aqsa. Y esta violencia se ha extendido hasta Gaza: el pasado 10 de mayo, Israel puso en marcha una gran ofensiva contra las bases de Hamás en la franja, y se han utilizado cohetes contra población civil en Israel por parte de Hamás. El resultado, al menos 28 palestinos muertos, entre ellos 10 menores de edad, y tres ciudadanas israelíes.
Un periodista presente en el lugar le dijo a Amnistía Internacional:
Un periodista palestino presente en el lugar nos dijo: “Llevo 10 años cubriendo noticias en Jerusalén […] y nunca había pasado tanto miedo. Todo el mundo era un objetivo; me gustaría decir que fueron disparos al azar, pero estaría mintiendo. Sabían exactamente a quién y a dónde dirigían sus balas y granadas”.
El derecho internacional humanitario lo deja muy claro: las partes en un conflicto armado tienen la obligación de diferenciar entre objetivos militares y objetivos civiles. Los ataques indiscriminados están prohibidos y las partes implicados deben tomar precauciones para causar el menor daño posible a civiles. Algo que no está ocurriendo.
En sólo cuatro días de protestas, 840 palestinos han resultado heridos. También 21 policías israelíes y siete civiles israelíes, según la policía de Israel.
Si sabemos todo esto es porque hemos estado allí, recogiendo declaraciones de testigos presenciales, fotografías y vídeos que muestran cómo las fuerzas israelíes están haciendo un uso desproporcionado e ilegítimo de la fuerza para dispersar a manifestantes, y también el impacto de cohetes y bombardeos que dañan a población civil. Trabajamos así: investigamos y recogemos pruebas que luego usamos para denunciar públicamente las violaciones de derechos humanos.