De la generación X a la generación G (de gilipollas)

Comparte

“La osadía de los tontos es ilimitada, y su capacidad para arrastrar a las masas, insuperable”. (George Bernard Shaw)

Pertenezco a una de esas personas de la generación X. Muchos de los pertenecientes a esta generación pasamos directamente de la infancia a la madurez, la adolescencia se quedo por el camino. En mi caso, pase a la madurez a los once años, el mismo día que me ingresaron en un seminario. Unos años más tarde, sobre los 19 años, me comí 18 meses de toque de queda, y diana, en Infantería de Marina. Puedo asegurar que esos 18 meses fueron un martirio comparado con los 12 meses de pandemia que hemos vivido. Después vino la universidad, pero eso es otra historia.

Fue en ese momento cuando descubrí que la soledad en el mundo es la regla que rige la vida. Sin embargo, esta toma de conciencia me fortaleció para afrontar la vida y me ayudo tremendamente a crecer como persona.

Los que pertenecimos a esta generación nos costó entenderlo. Observamos con recelo nuestros deseos contradictorios, y pensamos que había algo de marginal en nuestro comportamiento. La incertidumbre guiaba de alguna manera nuestro comportamiento y nuestra vida. Para sobrevivir a las vicisitudes del momento tuvimos que desarrollar un curso completo de flexibilidad con el fin de proyectar un crecimiento hacia la estabilidad emocional y profesional. Por esta razón, y otras muchas, abandonamos el domicilio de nuestros padres siendo bastante jóvenes donde muy raramente se volvía a pedir cobijo. Eso de saquear la nevera eran casos excepcionales.           

No sólo tuvimos que espabilarnos para poder preservar unas satisfacciones mínimas de consumo, sino que, después de haber madurado prematuramente, practicamos una relación completamente diferente con la vida que la generación actual, la G (de gilipollas). Nos interesaba leer, reunirnos en pequeños grupos de amigos, viajar con lo puesto. Respetábamos la opinión de nuestros mayores, les escuchábamos y en raras ocasiones “meábamos” fuera del tiesto.

Con el tiempo fuimos construyendo nuestras vidas a base de esfuerzo y sacrificio. No voy a mentir: algunos lo tuvieron más fácil. Cuando naces con un pan debajo del brazo las cosas son más sencillas. De alguna manera todos teníamos en común que no necesitamos héroes sino alimentar el sentido de la vida, cultivar una moral, una ética, el valor de las cosas. Para nosotros la Libertad no se limitaba a mamarse los fines de semana ni convivir en botellones viciados. Nunca fuimos narcisistas ni egocéntricos, más bien todo lo contrario. Nos limitamos a ir descubriendo el mundo y su cultura con asombro. Puedo decir que fuimos, y seguimos siendo, una generación que integramos una ética de responsabilidad en nuestras vidas como nunca se había hecho. Raramente juzgamos moralmente a los demás. La moral se determina con respecto a uno mismo y a lo que se ve alrededor de uno mismo. Había que levantarse por las mañanas y mirarse al espejo estando convencido de tener la conciencia limpia. De eso se trataba.

Otra de nuestras características era que siempre nos movíamos entre el idealismo y el escepticismo. Aprendimos rápidamente a no fiarnos de los bonitos discursos de los demás y a confrontarlos con la realidad. De alguna manera teníamos la tendencia a sospechar que tras las grandes declaraciones se esconde siempre intereses turbios. Todo esto nos ayudo a buscar un poco de armonía, quizá un poco más individual, pero en dirección a un futuro con mayor espiritualidad. Aunque en el fondo de lo que se trataba era de “tirar p´lante” como fuera.

La generación G (de gilipollas)

“Por lo tanto, ¿Quién es la persona más indicada para decirme a mí cuál ha de ser mí comportamiento, ya sea individual o como parte de un colectivo?”

 Esta es la frase más “inteligente” que he encontrado rebuscando en la redes sobre el comportamiento de muchos miembros de esta generación después de lo acontecido este pasado sábado a partir de las 24:00 horas.   

Que quede claro que no voy a tachar a todos los miembros de esta generación de gilipollas, siempre hay personas con un poco de cerebro y sensibilidad.

Llevamos más de un año haciendo unos esfuerzos increíbles para superar la situación que nos ha tocado vivir a todos, no solo a vosotros “chavales”. Si hay una situación dura de vivir es un toque de queda. No poder ver a tus familiares que viven en otras ciudades o no poder pasear de noche por las calles tranquilamente desquicia al más fuerte. Y si tienes un negocio donde has cumplido con todas las normas establecidas, con los cierres y la pérdida económica que eso ha conllevado, si piensas en toda esa gente que ha muerto en la puerta de los hospitales, de la gente que hay dentro trabajando con el pánico reflejado en la cara,.. Cuando todo esto sucede, apaga y vámonos.

Cuando por fin conseguimos dar un paso hacia adelante vienen miles de G (de gilipollas) a rompernos por dentro. Todos estamos cansados, pero ponemos el sentido común y la responsabilidad por encima de nuestro hartazgo. La mala, o pésima educación, y falta absoluta de responsabilidad cívica de buena parte de estos jóvenes, como de los políticos a los que jalean (ese “gracias Ayuso” merece un articulo aparte) debería hacernos reflexionar sobre la generación que estamos creando. Puede que sea el destello de las pantallas de los móviles o las malditas redes sociales pero pienso con rotundidad que estamos creando un monstruo difícil de controlar.

Ignoro qué tipo de educación han recibido estos jóvenes en su casa, posiblemente ninguna. No nos engañemos. Todos estos jóvenes son un producto creado a conciencia por el sistema, unos devoradores natos de tecnología e ignorantes supinos de los valores trascendentales  que nos hacen convivir como seres civilizados. Sin embargo, no son culpables. Los verdaderos culpables son los que, en un principio, alientan su comportamiento para posteriormente criminalizarlos, lo cual no quiere decir que muchos de estos jóvenes no sean unos auténticos gilipollas.

Esperemos no pagar justos por pecadores.    

Ángel Fernández