Maradona y Diego

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Ni es el primero ni será el último. Ya le precedieron Carlos Gardel y Evita Perón. Dicen que para entender todo esto hay que ser argentino. No lo soy, será por eso que no lo entiendo.

En Argentina sucede lo mismo que en Italia: las estrellas, los ídolos, son los futbolistas o los presentadores de televisión. Con la muerte del “Pibe” correrán ríos de tinta, horas de informativos, estará para siempre en el ojo del huracán.

Maradona jugaba con una pelota como nadie. Diego maltrataba a todo el mundo como nadie. Maradona era el Dios; Diego el diablo. Maradona hacia feliz a los hinchas; Diego manipulaba y no permitía que su fama eclipsara su cinismo absoluto. Para Diego las relaciones humanas no se basaban en el respeto si no en su propio egocentrismo. Maradona murió hace 20 años; Diego tendría que haber muerto con él. Es muy difícil posicionarse sobre un personaje tan ambiguo, un producto de una sociedad tan desquiciada como su propia personalidad.

Maradona represento la estética máxima del futbol; Diego fue la estética de la violencia cotidiana, casi en clave de comedia, políticamente incorrecto, un perdedor nato.

La historia de Diego Armando Maradona fue la historia de un perdedor al que le impusieron las reglas del juego que él intento por todos los medios saltarse a toda costa, cayera quien cayera, sufriera quien sufriera. La suya no es una aventura aislada, acompañado como siempre en su desdicha por un conjunto de personas de vida desastrada, expresiones de un mundo en descomposición, de la mano hacia un destino cruel.

Recuerdo la sonrisa – y cogorza- del mundial de Rusia, donde ya no era nada y su rostro oscuro, trágico, predecía la revelación final. Quizá no sea argentino para comprender el mito, quizá. Islas Malvinas, tanto ruido para nada… Si la historia es la “maestra de la vida”, debemos confiar en la memoria para que no se repitan los errores pasados. Nunca nadie le explico esto a Diego. Maradona estaba en otra historia.

Para lo bueno y para lo malo, Diego Armando Maradona es – como dicen en Argentina- “nuestro”. En este hombre nos reflejamos todos, desde los hombres que viven en el misterio de sus emociones hasta las mujeres que sufren en silencio el maltrato de la realidad.

Argentina es un país increíble, inmenso y muy especial. Argentina es mucho más que Maradona. De lo contrario, asumir que un Ídolo de barro (al que le gustaba mojarse como hacen millones de mortales diariamente) representa más importancia que el propio país es caer en el amaestramiento, algo que jamás nos perdonaría el propio Diego.    

Está claro que la devoción con que es consumido este juego -el futbol- ofrece todo tipo de información sobre nuestra sociedad. No subestimo el valor metafórico de este deporte-negocio, pero cada cosa en su sitio. De lo contrario, nuestra moralidad será cómplice de un sistema que, queramos o no, nos maneja a su antojo y nos hace menos libres de lo que pensamos.

Descanse en paz, y de paso, también los demás.