Hay perros de raza, cruzados, pequeños y grandes, simpáticos y ariscos. Los hay de todos los colores y para todos los gustos. Perros que son contados por decenas, por centenas. Incluso hay perros que sólo pertenecen a la imaginación. Querer a los animales es mucho más sencillo que a las personas, no cabe la menor duda. De siempre los perros te alientan para que seas amable con ellos, y cuando respondes, te quieren más que nadie en el mundo.
Los perros han protagonizado novelas. En una de ellas, “Sin corazón” de Hugh Walpole, uno de los personajes reconoce que quiere a los perros porque son muy aduladores, ósea, unos perfectos enamorados de sus dueños. Muchas personas han encontrado por primera vez el amor en un perro, tal cual. Hablo del verdadero amor, de un amor apasionado y correspondido. Son muchos los relatos donde se muestran los matices de las relaciones múltiples de las personas y sus perros: lealtad, tristeza, lametazos,… Así que no es extraño ver cada día a más personas con perros por la calle. Hasta con tres y cuatro perros. Reconozco que en su día tuve un par de ellos. No estuvo mal, sobre todo porque vivían a su libre albedrio en un pequeño pueblo.
A los que más admiro son a los perros vagabundos. Van a su aire, no necesitan ningún amo para que les de amor, solo un poco de comida y continúan su camino. Las personas comenten en muchas ocasiones la equivocación de mantenerlos a su lado cuando no es su voluntad: hay que dejarlos que rulen por la vida, que descubran cosas por sí mismos, se las apañan bastante bien, no todos, por supuesto, pero es un riesgo que hay que correr. Yo siempre les doy un poco de comer cuando me los encuentro, si tengo algo a mano.
En fin, como dije, es más fácil querer a un animal que a una persona, pero no estaría de más pensar que un perro no deja de ser eso, un perro. Quizá sea que la deshumanización a la que estamos llegando nos empuje a buscar el cariño y la comprensión en los perros u otro tipo de animales, que se yo. No obstante, pienso que sería más interesante ver las calles llenas de niños y no de perros, aunque al paso que vamos, ni lo uno ni lo otro. Ah, no, que los perros tienen salvoconducto.