Reflexiones desde el sofá a las diez de la noche (I)

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Cuando China cerro una ciudad y puso en cuarentena a más 50 millones de personas es que el tema era mucho más grave de lo que decían o estaban dispuestos a reconocer. La mentira y el engaño es algo intrínseco en todo político ya sea chino, japonés o español. Uno de los factores más importantes que no se ha tenido en cuenta de lo que ya estaba sucediendo en el país asiático es que su economía se había estancado. El régimen comunista-capitalista se encontraba en un punto de temer por su supervivencia así que se necesitaba algo, lo que fuera, para revertir esta decadencia. Y de pronto surgió el covid 19. Mientras los demás países miraban para otro lado, una bomba de relojería estaba a punto de estallar para poner la economía y sanidad del planeta contra las cuerdas.

De esto han pasado unos 10 meses.  China se encuentra como se encuentra –creciendo a un ritmo como hace décadas- y las consecuencias las estamos viviendo todos en nuestro país con una incertidumbre que raya lo paranoico. Mientras el personal sanitario entra en barrena, la hostelería en pánico y el pequeño comercio se medica con ansiolíticos, nuestros representantes políticos, con sus sumisos periodistas lameculos, se pasan la ley por el forro. Si alguien ha manifestado responsabilidad sobre la situación han sido la mayoría de los ciudadanos que han acatado las medidas para frenar el virus a pesar de lo complicado que es pagar las facturas a final de mes: tenderos, trabajadores autónomos y no autónomos, hosteleros, taxistas, sanitarios,… se han visto abocados a aceptar unas medidas de convivencia convencidos que es lo mejor para todos.

Sin embargo, cuando un hostelero o un pequeño comerciante (por poner un ejemplo) se ven obligados a cerrar su negocio – entendiendo que esto es lo más adecuado para evitar la trasmisión del querido coronavirus – le cuesta entender como esos políticos de pacotilla y sus fieles voceros insultan a millones de personas con su magnificencia y egolatría. Lo que ha sucedido en la celebración del Pedro Jota no es más que una muestra del orden natural de las cosas de un sistema hecho a medida de unos pocos. Resulta ya imposible hacerse ilusiones sobre la ética y competividad de esta banda de sinvergüenzas. Sobre la información mínima en los medios de comunicación mejor ni hablar, se define por sí sola.  

A pesar de todo, los ciudadanos trataremos de seguir teniendo paciencia, acataremos las reglas por injustas y absurdas que nos parezcan, y sobre todo, no olvidaremos en mucho tiempo quienes han sido los que han dado el “tipo” en esta situación y quienes han sido los mezquinos y mercachifles que nos han ninguneado y reído en nuestra propia cara.   

Todo esto lo que demuestra es que quizá estemos camino de esa estampa de los viejos tiempos medievales donde en Europa las ciudades se protegían con guardias y controles en las puertas de sus ciudades, y mientras la plebe las palmada en la calle los señores feudales se daban sus banquetes y orgias de concubinas al calor de las enormes chimeneas. Ojala no sea así.

La ministra de Hacienda explicó como «todos los que participamos de actos públicos nos atenemos a la prevención y a los protocolos que funcionan en esos entornos» y puso otro ejemplo: «Mañana (por el miércoles) yo misma compareceré en el Congreso de los Diputados y nos atendremos a las normas del Congreso. Nosotros nos adaptamos». Y los usuarios de los bares también, jetas.