Hay películas que conmueven, por la carga sentimental de la historia, su dureza o el desenlace trágico, incluso siendo ficción. “En el nombre del padre” (1993) conmueve, y además resulta inolvidable por llevar a la gran pantalla una historia real de una dureza extraordinaria, y uno de los episodios más oscuros de la época.
El film reproduce la historia de Gerard “Gerry” Conlon (Daniel Day-Lewis), un muchacho irlandés, en la Irlanda del Norte de los años 70, país muy machacado por el terrorismo del IRA; un chico sin oficio ni beneficio, un ladronzuelo qué junto con un amigo, y apoyado por su padre, decide irse a Londres a buscarse la vida para salir del ambiente en el que está metido, aunque en realidad irá a hacer lo único que sabe: trapichear.
Allí se producen unos atentados del IRA en dos pubs de Guilford y uno en Woolwich, atentados en los que murieron 5 personas (otras fuentes hablan de 7) y fueron heridas más de 60.
La investigación fue chapucera, un despropósito de errores y un estrafalario montaje policial con pruebas manipuladas, donde lo único que se perseguía era buscar culpables, lo fueran o no. Acusaron a Gerry Conlon y 3 de sus amigos (de ahí “Los cuatro de Guilford”), que son interrogados y torturados hasta que firman las confesiones que les ponen por delante, a pesar de ser inocentes. El padre de Conlon acudió a Londres para estar cerca de su hijo, y también fue acusado, al mismo tiempo que su tía y una serie de personas inocentes.
Condenaron a Gerard Conlon a cadena perpetua, y a su padre, Giuseppe, a 12 años de prisión.
Conlon pasó 15 años en prisión, vio morir a su padre en ella, entre sus brazos; y vemos como Gerry pasa de ser niño (a pesar de que Daniel Day-Lewis tenía 35 años cuando protagonizó al personaje) a un hombre maduro. Hasta que una abogada, Gareth Peirce, se preocupa por la causa y lucha por reabrir el caso, desentrañando los hechos, encontrando todas las pruebas falsas, y consiguiendo la libertad para Gerard Conlon y sus compañeros.
Hace unas semanas, volví a ver esta peli, no recuerdo bien la primera vez (no tengo conciencia de haber ido al cine) tenía 20 años, pero desde luego no la mastiqué como esta segunda. Juro que según iban pasando los minutos, el nivel de indignación, los pelos de punta y el dolor crecían de forma exponencial.
Nunca entenderé la maldad y la injusticia humana. No puedo entender cómo un grupo de policías o investigadores, o simplemente de hijos de puta, son capaces de todo por conseguir unos culpables. En este caso, lo fueron. Ellos no tenían claro la culpabilidad de los muchachos, pero necesitaban cabezas de turco, y no pestañearon en torturar a cuatro inocentes.
El paso por la cárcel marcaría de por vida a Gerry Conlon, sufriría diversas crisis nerviosas e intentos de suicidio, así como adicción a las drogas, pero a pesar de esto, dedicaría el resto de su vida a ayudar a otras personas víctimas de errores judiciales.
Lo que yo he descrito, es una breve y paupérrima sinopsis de todo lo que se ve en la película, y que por lo que he estado informándome es muy fiel a la realidad: tanto las torturas como la vida carcelaria.
Se demuestra como en muchas ocasiones no hay derechos humanos, ni derechos civiles. Simplemente, no hay derechos.
Daniel Day-Lewis ganó un Oscar de Hollywood por su interpretación en el papel de Gerry Conlon en la película “En el nombre del padre”.
Esto ocurrió entre 1974 y 1989. Es considerado como uno de los más graves errores policiales de la historia del Reino Unido. En 2005, Tony Blair, pidió perdón por el dolor y la injusticia causada a las víctimas.
Gerard Conlon murió de cáncer en el 2014. Pero le habían robado 15 años de su vida.