Este año el verano se nos presenta de otro color.
Por mucho que se empeñen en hablarnos de Nueva Normalidad (expresión que a mí me sigue pareciendo absurda donde las haya), esta situación nos trae una serie de nuevos hábitos que hace que mucha gente esté pensando en cambiar su forma de pasar las vacaciones.
El hecho de un aforo limitado en playas parceladas y bajo reserva, para controlar las aglomeraciones, uso de mascarillas, distanciamiento social mínimo, separación entre sombrillas y labores de vigilancia y seguridad, como drones (esto según diferentes localidades y CCAA), hace que las vacaciones en las costas de nuestro país ya no sean igual.
Entiendo que lo que hemos pasado ha sido gordo, y que este verano necesita de un esfuerzo colectivo, pero me pregunto: ¿merece ir a la playa en estas condiciones? ¿Se le puede pedir a un niño que no se mueva de su parcela, que no juegue con el niño de al lado, que no salga corriendo? Y ya, sin ir más lejos, pasear en Murcia o Huelva a más de 35º con mascarilla… ese ahogo no me lo como yo, aunque me regalen una suite en un complejo hotelero de 5*.
Ya se comenta que este año va a haber un repunte de las vacaciones en el interior: sierra, pueblos y turismo rural; ya puestos, igual le podíamos llamar “la Nueva Ruralidad”, dada la sarta de gilipolleces que se escuchan.
Por otra parte, está el tema de las piscinas municipales, que entiendo que no será muy diferente al de las playas. No creo que, si en nuestros litorales existe aforo limitado, vayan a permitir aglomeración en las piscinas. Triste pérdida para aquellos españolitos de a pie que no tenemos posibilidad de irnos de vacaciones de junio a agosto, y es uno de nuestros consuelos para combatir las altas temperaturas. De momento no están abiertas y estudian cómo hacerlo.
Tampoco vamos a tener Fiestas Patronales con verbenas. Mira que me da pena; primero por la cantidad de orquestas y atracciones de feria que no van a poder trabajar, y es ahora cuando sanean un poco su economía. Luego por la alegría que supone para una pequeña localidad celebrar a su patrón o patrona. La familia se reúne, comen, beben, van a la verbena y bailan algún pasodoble y el Paquito el chocolatero.
En el pueblo donde yo vivo han cerrado 2 bares y 1 restaurante. Se los llevo el Covid. Así que una de las conclusiones sacadas es que este virus no sólo mata personas.
A mí las vacaciones me afectan poco, porque al vivir en un pueblo vacacional, en verano es cuando más trabajo. Me ha afectado en una de mis mayores aficiones: los conciertos. Tenía compradas varias entradas para este año de unos grupos buenísimos (Yes, Aerosmith o Lynyrd Skynyrd), y se han cancelado. Por otra parte, intentamos llamar a alguna empresa de piscinas prefabricadas, y están este veranoque no dan abasto, ya que, dada la situación, todo el mundo ha tenido la misma idea de poner una “pocita” en su casa. Nos hemos comprado una monada hinchable con depuradora y todo, que a la primera púa de pino se nos irá al carajo, pero con lo que ha costado… bien nos valen las risas.
Eso sí, las fotos de mi marido y yo dentro de la pseudo-piscina, son bajo exclusiva pactada.
En septiembre tampoco tengo muy claro que este año vaya a ningún sitio en estas extrañas condiciones, privadas de libertad.
Ante esto, lo mejor es ser positivos y pensar que estamos vivos, que seguimos trabajando, que habrá más conciertos y más veranos que volverán a ser azules.
Peor es todo aquello que… se lo llevó el Covid.