Entrevista al bueno de mi abuelo Domingo

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El año que murió Leopoldo Alas, Clarín, nació mi abuelo Domingo Núñez. Salvando las distancias, sostienen que Clarín tenía una letra ininteligible y mi abuelo escribía cartas a las novias de sus amigos para impresionar con su fina caligrafía… Corría el primer año del siglo XX, 1901. Empezó en martes y otro martes, el 24 de septiembre, vino al mundo Domingo en Abades, un pueblo de Segovia. Hoy tendría 119 años y, aunque falleció en 1973 (se separan The Doors pero nace ACDC), visto el disparate de la situación actual, nadie pondrá reparo a que, como todo hombre bondadoso, bien merezca una entrevista.

P – Abuelo, si no le importa le trato de usted, queda más profesional, sabe. ¿Qué tal se está en el cielo? ¿Hace calor? ¿Se guardan las distancias?

R – Querido nieto, has crecido mucho desde la última vez que te vi. El cielo reside dentro de tu boca. El calor, en el hemiciclo. Y sí, aquí, como somos pocos, estamos separados a dos metros.

P – Imagino que leyó en el Faro Astorgano su obituario en forma ingeniosa y poética que, fiel a su costumbre, mostraba el firmante “un músico”. Decía de usted que era discípulo de Pitágoras, que jugaba muy bien a la subasta, que era democrático, simpático, de trato sencillo, amigo de todos y buen padre de familia. ¿Cree que opinaría igual su señora, Zósima?

R – No me hagas reír. Ni en plática póstuma se cuentan ciertos sinsabores. Todo un honor los versos del músico, que, ya en su día, se lo agradecí personalmente. Tu abuela y yo fuimos dichosos con nuestros ocho retoños análogos, cuatro chicas y cuatro chicos. Deberías conocer muy bien a uno de ellos, un tal Fernando. ¿te suena?

P – ¡Oh!, sí, perfectamente. Es del Real Madrid. ¿Sabe que ganó varias veces con su compañero Ángel, el campeonato de mus cívico-militar del que usted fue uno de los pioneros?

R – Claro que lo sé. Quién te crees que desde aquí le hacía ligar la treinta y una. Bonitos momentos los de Casa Mundo.

P – Dicen que una vez compró un burro para ir de caza y no se subía en él porque le daba pena. ¿es cierto?

R – No me acuerdo. Burros hay muchos. Solo hay que mirar el hemiciclo. Esos sí que dan pena.

P – Parece que está usted al día. ¿Sigue la política? ¿Conoce la actual pandemia?

R – Cuando llegas al que tú llamas cielo solo te acuerdas de la familia, de los amigosy de ciertos placeres. Después, con el paso del tiempo que casi todo cura, te aclimatas, te adaptas, te haces una cuenta en Twitter, lees la prensa y sigues los informativos. No te imaginas los juramentos que pegan algunos cuando escuchan a Irene Montero…

P – Pero abuelo…

R – Tranquilo, yo sigo fiel a mi costumbre: ver, oír, analizar y no opinar. Así lo hacía cuando trabajaba de interventor en el ayuntamiento de Astorga y me fue bien. De la pandemia diré que tiene que servir de aprendizaje al ser humano.  

P – ¿Fue director de orquesta del orfanato en Segovia donde estudiaba, se acuerda de aquella época?

R – Sí, una vez, no me viene que actosería pero fue de los importantes porque vino, todo ufano, Francisco Franco. Con el tiempo me felicitó.

P – ¿Pero Franco está ahí con usted?

R – No, hombre, no. Rompió el protocolo y me dio la mano y la enhorabuena al finalizar la actuación. Aquí, al Caudillo no se le ha visto el pelo.

P – Tenía poco… Bueno, cambiando de tema y en alusión a los destinos de sus hijos. Mila vive en Valladolid, Toño en León, Celita en Alicante, Nati en Madrid, Jesús en Zaragoza, Fernando en Astorga y Clari en Venezuela. ¿Qué le parece la expansión de la estirpe de los Núñez?

R – Siguieron la consigna de su madre y desde aquí, los dos, deseamos su felicidad. Pero me las piro vampiro, has dicho la palabra prohibida.

P – Palabra prohibida, ¿cuál?

R – ¡Chiss…! Ve-ne…

P – ¡¡Venezuela!! Madre de Dios. Mil perdones abuelo. No le molesto más. Algún consejo de cierre.

R – Te daré dos. Primero: una tarde, subido en un autobús con Zósima, fui capaz de venderle el acueducto de Segovia a un campesino. Los dos quedamos satisfechos; él por comprarlo y yo por venderlo. La moraleja tienes que deducirla. Segundo: ten mucho cuidado dónde metes las narices pero nunca, nunca, dejes de olisquear.

P – Gracias abuelo. Abrazo de oso.

R – Otro.

Por César Núñez.

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