“Las drogas responden a la necesidad del ser humano, casi instintiva y universal, de buscar el placer y anestesiar el dolor físico y mental, de olvidar las frustraciones de la vida, de evadir o negar sus conflictos internos, de escapar del aburrimiento y de la angustia existencial…
La enfermedad de la urbe moderna se caracteriza por producir hombres y mujeres eternamente insatisfechos que luchan sin descanso por avanzar hacia metas indefinidas e inalcanzables. Esto incrementa los niveles de estrés y tensión y condena a millones de personas a un estado perpetuo de frustración e infelicidad.
Luis Rojas Marcos (La ciudad y sus desafíos)
Compro, luego existo. La aspiración del capital es la creación de productos destinados a tener una vida efímera. Si fueran sinceros con los productos no venderían absolutamente nada. Sin embargo, utilizan constantemente el poder del engaño para seducir al comprador y hacer que se sienta un poco menos. Es que te pueden vender lo que quieran: te queda monísimo, ese coche da tu imagen, necesitas algo más que un simple móvil, esa Tv ….
La compra compulsiva ( y no tanto) no es más que satisfacer las necesidades psicológicas por el ritmo de vida que llevamos. En realidad mucha gente necesita encontrar, a través de la compra, un remedio al tipo de vida que se lleva hoy, para sobrevivir dentro del sistema inhumano al que nos han sometido, un mundo de deseos ocultos e impulsos ciegos. En el fondo es algo muy primitivo y simbólico. Hay que llenar el vacío comprando por comprar en un abanico de infinitas posibilidades donde la vida fluye sin necesidad de reflexionar. Las miradas permanecen ausentes y el tiempo se paraliza frente a una variada amalgama de productos asépticos y dependientes altamente deshumanizados. Es muy fácil caer en un entorno donde todo el mundo come y compra, come y compra. No es no me guste el objeto del consumo. Pero casi siempre prefiero verlo de lejos, me gusta más verlo ahí quieto. Tengo otras prioridades.
¿Terapia? Según quien te responda te dirá lo que quieras oír. Incluso te dirán que si, que comprar sirve como terapia. Pero no. Puede que en contadísimas ocasiones y dependiendo del producto. Lo normal es obtener un placer momentáneo, pero es un alivio tan temporal, tan puntual, una compensación demasiado aparente. En el consumo se vuelca la ansiedad del deseo de lo superfluo y lo innecesario: consumir, comprar, trabajar, gastar, fabricar, destruir, reciclar,.. la rueda no para de girar.
De esta manera nos hacen sentir libres mientras detrás de miles de cámaras, los guardianes del sistema, supervisan que cada individuo tenga su chute momentáneo de autoestima. Se están asegurando de que el espacio de ficción reemplace durante unos instantes la salvaje realidad: un mundo de esclavos al servicio de los privilegiados.
La vida es brutal.
Ángel Fernández