Los Kapos son aquellos miserables que, en los campos de concentración Nazis, se convirtieron en siervos de los amos nazis y vigilantes de su propia gente, todo a cambio de cuatro privilegios, siendo muchos de ellos pasto de las llamas de los hornos malditos en la dictadura más cruel que ha sufrido la especie humana.
Esto es trasladable a una actualidad que vivimos en una escena diferente en muchos lugares del planeta. Con un estado de transición mundial hacía no se sabe dónde.
El mes de septiembre pasado ha sido uno de los meses más turbulentos de los últimos años, y eso es porque los ciudadanos (los habitantes de la España vaciada también son ciudadanos) están hartos. La pandemia ha coincidido con un aumento de protestas en todo el mundo. Pero no todo es por culpa de la Pandemia. En los últimos 18 meses, la gente ha salido a la calle en todos los países del mundo en busca de una respuesta a los problemas que, como iguales, necesitamos resolver. La gente se pregunta si tendremos la lucidez y el coraje suficiente como para recuperar algo que un día no estuvo demasiado lejos: la fe en el contrato social que da forma a las relaciones entre los gobiernos y sus pueblos, entre los ayuntamientos y sus ciudadanos.
Personalmente, soy de los que a los que no les gusta nada jugar al juego de que viene el lobo. Desconozco si volverá el fascismo chapado a la antigua, el de pistola y crucifijo. No espero nada que nos haga más humanos de las nuevas tecnologías y su realidad virtual. Pero lo que sí sé es que lo que tenía el fascismo (y comunismo) de modelo, de gestión disciplinaria de las poblaciones es una realidad irrefutable. Es el modelo triunfante que se ha instalado por doquier. Nuestra civilización se ha convertido en una cultura generaliza de Kapos, de carceleros de sus propios hermanos, de presos que se afanan en que la gestión del cautiverio a la que la mayoría nos vemos sometidos sea lo más eficaz posible. Cuando se emplean términos como “normalización” es para echarse a temblar de lo estúpidamente cómplices que somos todos con los nuevos guardianes del campo de concentración moderno.
Después de la crisis financiera de 2008, en todo el mundo “los líderes políticos y económicos respondieron a la crisis financiera con políticas más neoliberales, como la austeridad presupuestaria y la privatización de los servicios del sector público, políticas que no hicieron más que avivar la ira popular”. Ahora, en medio de una “pandemia” ,que vete tú a saber de dónde surgió, la mayor preocupación latente es la incapacidad de los gobiernos para servir a la mayoría de sus poblaciones, sobre todo a las clases medias y pobres.
Realmente desconozco el futuro que nos espera. Posiblemente la corrupción solo sea un pequeño reflejo de lo que se esconde en las profundidades del sistema. Lo preocupante son estos nuevos Kapos, que poco a poco, se están convirtiendo en pragmáticos de la nueva realidad, buscando una eficacia total en este mundo globalizado.
Nos encontramos en medio de un reto social sin precedentes, y todo reto social requiere una respuesta colectiva, y toda empresa colectiva requiere confianza en el sistema y sus gobernantes. La confianza social es una cosa muy valiosa. Puede llevar generaciones construirla, pero puede perderse en un instante. Conceder facilidades a un autoritarismo universalizado es absolutamente nefasto y embrutecedor.
Ni soy ni nunca me he considerado un intelectual, soy gente y punto. Como muchos de vosotros (y vosotras). Sin embargo, de lo que me estoy cansando, supongo que como muchos de vosotros (y vosotras), es que me tomen por gilipollas. Los problemas se resuelven teniendo una voluntad sana de hacerlo sin tratar de sacar provecho de ello. Lo que nos debería mover es nuestro coraje, nuestra lucidez y, especialmente, la fraternidad. Todo ello se está dejando en manos de unos Kapos a los que solo les interesa su propio bienestar. Una sociedad que permite esto es una sociedad enferma, triste y hueca. Nos estamos acostumbrando demasiado a esa práctica de donde “dije Diego”, un mal camino.
Como ciudadanos, debemos exigir un mundo más justo, un mundo diferente, donde no existan Kapos, y si hombres y mujeres de palabra, lo único que realmente tenemos.
Ángel Fernández, en Invernalia, Octubre de 2021.