Alemania, con casi el doble de población que España, cuenta con 14 ministerios. Francia, una superpotencia europea, tiene 16.
¿Cuál es la explicación de que en España tengamos 22 ministerios? En realidad nadie lo sabe. A este fenómeno se le denomina El Chiringuito Nacional.
Mientras los españoles pierden sus empleos, miles de negocios cierran y los impuestos no dejan de subir, la administración pública en España no para de engordar la deuda pública.
Y todo esto es solo una pequeña parte del despropósito administrativo español. Hay que sumarle diputaciones, ayuntamientos, comunidades autónomas, asesores en instrucciones, enchufados en cualquier organismo público, organismos internacionales, embajadas, la televisión pública (un verdadero coladero de prejubilaciones), etc…
Si hay una cosa clara en este país es que nuestros políticos, que no se ponen de acuerdo en nada, coinciden “plenamente en su oposición a cualquier reforma que acabe con la gigantesca agencia de colocación en la que han convertido la función pública”.
Tanto el PP como el PSOE han gobernado durante años bajo la premisa del amiguismo. En cualquier ayuntamiento salta la vista que esto es una norma para ambos partidos: si juras lealtad al partido posiblemente haya una parte del pastel para ti. Con la llegada de Podemos (e IU) al gobierno muchos Españoles pensaron que las cosas cambiarían. Error. El mejor ejemplo lo tenemos en el ministerio de Irene Montero y su corte de asesores (14 asesores 14).
El Español ha llegado a la conclusión de que la política está para servirles a ellos, los políticos, antes que al votante y contribuyente. Y lo que es peor, sabe que la oposición critica todas las medidas sin ninguna legitimidad, ya que ellos hacen lo mismo cuando gobiernan y donde gobiernan, y si no que se lo digan al señor Abascal y al señor Cantó, amos de los chiringuitos sin sentido.
En la situación que nos va a tocar vivir en los siguientes meses, no estaría de más que todos nosotros dejáramos de legitimar la actitud de nuestros partidos más cercanos ideológicamente y que nos centráramos en denunciar las estructuras amiguistas, así como la mala gestión de unos y de otros.
De lo contrario, estos jetas de lo público seguirán instalados en su poltrona, haciendo lo que les dé en gana y beneficiando solo a aquellos que le doren la píldora y le digan lo majos y guapos que son.
Ya sabemos que la factura la vamos a pagar los de siempre.
Próximo capítulo: del castellano al español.