La energía solar es el medio por el que se apuesta para reducir el consumo de combustibles fósiles. Sin embargo, muchos expertos en medio ambiente nos avisan que si no implanta con sensatez, puede suponer también un riesgo para el medio ambiente y para la ya de por si maltratada “España vaciada”.
Estos últimos meses ha saltado la polémica en la provincia de León debido a la intención que tienen algunas empresas del sector de implantar varios megaparques de estas características en diferentes entornos rurales. Muchos de estos empresarios, con la aprobación de diversos cargos políticos, ven una gran oportunidad de negocio en un sector que va a dominar el mercado en los próximos años.
Sin embargo, para otros sectores de la población no todo lo que brilla es oro y el impacto ambiental de los millones de paneles solares se vislumbra desastroso. Estamos hablando de la basura solar, que también existe, y del impacto que tendrá en la naturaleza la instalación de estas centrales eléctricas.
Por un lado, “los paneles que convierten la energía solar en energía eléctrica tienen una vida útil de hasta 30 años, dependiendo del uso y de las condiciones climáticas a las que sean expuestos”. Eso quiere decir que dentro de unos años serán millones de toneladas de residuos solares a los que habrá de dar una salida de alguna manera. Está claro que la industria de la energía solar puede ser una “bomba de tiempo” dentro de un escenario de reciclaje casi inexistente por la carencia de regulaciones legales sobre este material. Si a esto le sumamos que los paneles solares están formados de metales contaminantes como plomo, cobre y cadmio con un marco de aluminio, y las células solares están hechas de silicio puro y cristalizado, el problema puede ser mayor que la solución que se busca para reducir el consumo de combustibles fósiles. Los más optimistas opinan que para esas fechas el problema tendrá su adecuada solución. Otros no lo tienen tan claro, y manifiestan que esas placas, de baja producción por el uso, acabaran en países subdesarrollados, como se hace con toda la basura tecnológica del planeta. A esto hay que sumarle que siempre hay que desconfiar de un sector tan “oscuro” como es el de las eléctricas.
De lo que no hay ninguna duda es que el medio ambiente y el entorno rural se van a ver trasformado a causa de estas megacentrales. Uno de los ejemplos, como publicaba BbcMundo estos días, es como va a afectar los miles de paneles solares a la vida de los insectos acuáticos. Según esta publicación “Los paneles solares, considerados como uno de los dispositivos más efectivos para generar energía renovable, pueden llegar a provocar la desaparición de comunidades enteras de insectos acuáticos. La pérdida potencial de los insectos acuáticos es grave, porque estos constituyen el primer peldaño en la cadena alimenticia acuática. Si disminuye la población de insectos acuáticos, las poblaciones de peces y otros organismos que viven en el agua sufrirán las consecuencias”.
Otros animales salvajes, como corzos, jabalís, ciervos, zorros, lobos,.. van a ver amenazado su ecosistema si tenemos en cuenta que estas megaplantas llegan a ocupar en muchas ocasiones hasta 1.000 hectáreas de terreno. Para muchos de estos animales este terreno se va a convertir en una verdadera “trampa ecológica”.
Resulta un tanto curioso que desde el “Ministerio para la Transición Ecológica se considere que los proyectos de energía fotovoltaica requieren una parte muy pequeña del territorio a escala nacional, pero a la vez admiten su preocupación por que se produzca una concentración excesiva en algunos puntos”. Este va a ser el caso de la provincia de León y de momento ningún político se ha pronunciado al respecto.
Según expertos medioambientales “La energía solar no es ninguna novedad en España, pero antes se hablaba de huertos solares, que eran unas poquitas hectáreas, lo que ha cambiado ahora es la escala, es brutal”. Si a una comarca como la nuestra le añades un montón de proyectos de este tamaño, los efectos acumulados son muy difíciles de evaluar, y las consecuencias impredecibles.
Habría que preguntarse el por qué de este cambio de rumbo, el paso de huertos solares a megacentrales. Está claro que detrás de todo esto se encuentran los beneficios económicos.
Para los inversores en fotovoltaica España es un país que no tiene competencia en el resto de Europa. Es en nuestro país donde vamos a ver venir un volumen de proyectos muy importante, con el beneficio económico que eso supone para sus bolsillos. Como dice uno de los consultores del sector, “Hay mucha presión por encontrar terrenos, esto es como las películas del Oeste, se instala el que primero llega”. En realidad lo que sucede es que las horas de sol y el espacio para poder hacer plantas a un precio inferior es una bicoca en nuestro país. Si encima, prometen que el precio de la luz será mucho más bajo que en otros países del entorno, la apuesta es muy seductora. Esta última regla normalmente nunca se cumple.
Por otra parte, muchos ayuntamientos confían que la instalación de estas centrales suponga un revulsivo económico para comarcas ya de por sí muy deprimidas. En muchas ocasiones son terrenos baldíos, de rentabilidad agraria muy escasa y dónde la población está muy envejecida. Los jóvenes, por otra parte, tampoco pueden competir pagar por esos terrenos lo mismo que las fotovoltaicas.
Está claro que la polémica está servida. Desde este Magazine vamos a tratar de buscar opiniones de ambas partes, de quien piensa que estos proyectos pueden suponer un revulsivo para nuestras comarcas, o por el contrario, de los colectivos que consideran que esta es la puntilla que le faltaba a nuestras comarcas para su muerte definitiva.