Miedo en la mirada

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La gente niega muy a menudo lo anterior para afirmar la novedad de lo que hacen. Es algo enfermizo. En estos tiempos de redes sociales, de protección al cubo, donde todo está en venta, con una inteligencia artificial al acecho, situarse ante la validez de las leyes es una forma de que el fin de la historia no termine en este momento. Hace unos años leí una frase que me impresiono. Decía: “Estamos en la prehistoria de la racionalidad humana”. Creo que fue en mi época de medio estudiante de historia.

El hombre es un animal que siempre ha pretendido ser racional, humano. No sé lo que ha pasado, si es que le falta mucho camino o se ha estropeado durante el trayecto. La realidad es que si miramos a nuestro alrededor encontramos montones de situaciones difícilmente explicables como racionales. A pesar de los avances, estamos viviendo una época con intensas persecuciones por “razones” ideológicas, raciales o religiosas. Parece que no hemos aprendido nada del pasado siglo XX. Vivimos en un contexto difícil que no cambiará rápidamente. Uno de los objetivos de cada uno de nosotros seria ayudar a la gente a pensar y reflexionar, ser critica de manera objetiva para poder enfrentarse a las situaciones dentro de una discusión moderada.

Últimamente, los enfrentamientos entre las distintas maneras de pensar solo nos están llevando a posturas intransigentes que no hacen ningún bien a nadie. Esta polarización nos hace tomar el camino equivocado para poder afrontar los retos que debemos asumir como miembros de una sociedad. Es evidente que se están creando grupos sociales- a conciencia – para que se enfrenten entre sí. Detrás de todo ello están escondidos los intereses de una elite que trata por todos los medios de controlar que nadie tenga una mirada imparcial.

Ya hace muchos años que hemos aprendido que existe una gran diferencia entre la imparcialidad y la objetividad. De entrada, la imparcialidad es casi imposible, es más, no es ni deseable. Sin embargo, la objetividad es la que marca un camino más razonable hacia la verdad.

Tenemos muchos problemas pendientes que no sabemos, o no queremos, resolver. Por un lado están los intereses personales de cada uno de nosotros, inevitables en nuestra condición humana. Por otro nos encontramos con nuestra condición de sociabilidad y respeto hacia los demás, empezando por los más desfavorecidos o dependientes.  Ya sea en Europa o África, no se pueden crear murallas para dejar fuera de la sociedad a los que no han nacido en un país desarrollado. La explosión demográfica es un tema del que nadie quiere hablar y que, sin embargo, nos compete a todos. La marginación de personas por su condición social, intelectual o u otra situación no se puede sustituir por caridad. Nadie se da cuenta que este es un asunto muy grave.

Todos sabemos perfectamente que el mundo es muy complejo. Ahora bien, el futuro será lo que nosotros decidamos. Si deseamos seguir el camino actual –desde mi punto de vista equivocado- también tendremos que ser responsables y consecuentes con lo decidido. El mundo es como un escenario y nosotros somos los que tenemos que escribir el guión, todos nosotros somos los que describimos la historia.

Todo esto lo he pensado esta tarde, mientras veía llegar a personas ancianas en ambulancias a las urgencias de un hospital, solitarias, con miedo en la mirada. Para algunos será ya costumbre, y eso es lo que me preocupa.