Un día tras otro el destino nos reserva el derecho a no recibir información que es completamente insignificante para nuestras vidas. Los habitantes de la España vaciada tenemos una paciencia infinita, a prueba de bombas, insultos y demagogia barata. Esto no sucede con el caso de las noticias de Madrid. Llega un momento que la presión revienta y convierte a este país en el lugar idílico para el triunfo del “pensamiento único”. Es tal el descontrol que finalmente se olvidan los verdaderos problemas de los ciudadanos – de todos, no solo de los madrileños- para que el predicamento se convierta en un dogma en bocas de unos y otros. Lo mismo que está sucediendo ahora con Madrid ya no lo “metieron” a saco con Cataluña.
Decididamente no se puede dejar en manos de una banda de irresponsables el derecho a la diversidad de un territorio tan «diverso» como es el español. Delante de un mundo cada vez más intercomunicado y complejo, en España hay una singularidad llamada Madrid. El sustento que están haciendo políticos (será porque casi todos viven en la capital), medios de comunicación (también), poderes económicos (otros que tal) y diversa fauna urbana, se sustenta en la negación de la complejidad que requiere una nación democrática como es la nuestra. Todo lo demás es pura demagogia. Pero como saben muchos habitantes de la “otra” España (y muchos madrileños), la demagogia no soluciona los problemas ni llena los platos de comida.
Cuando un país, con la situación actual como el nuestro, basa toda su retorica en una ciudad y, que la esperanza de encontrar el camino adecuado y aceptable para el bienestar de todos los españoles se solucione ahí, es que estamos jodidos. Es imprescindible, para abordar la problemática de un país, realizar una mirada trasversal sobre todo su territorio, y de esa manera encontrar una respuesta unánime en busca de soluciones globales. Es gracioso escuchar continuamente palabras de los anteriormente mencionados como libertad, comunismo, fascismo, objetividad, persuasión, discreción, etc., mientras ocultamos que el problema en sí es la propia estructura de una ciudad. Con esto quiero decir que obviar, premeditadamente, como se ha construido esta ciudad en detrimento del resto del país es un insulto a la inteligencia.
Los habitantes de la España vaciada estamos hartos de escuchar palabras grandilocuentes de nuestros administradores para dar una solución al despoblamiento del resto del territorio nacional. Durante décadas las políticas económicas y sociales se han encaminado a crear los principales focos laborales en las grandes ciudades. Año tras año, las poblaciones del interior de España han ido perdiendo población favoreciendo el crecimiento de ciudades como Madrid. A los “provincianos” solo nos ha quedado la posibilidad de hacer la matanza y plantar unas lechugas.
Si por si esto no fuera poco, ahora tenemos que tener la suficiente paciencia para aguantar estoicamente todos los vericuetos de la maltrecha política madrileña, de sus corrupciones y excentricidades. Confieso que, como muchos reconocerán, Madrid siempre ha sido un polo de atracción para jóvenes con ansias de encontrar un cosmopolitismo difícil de hallar en las pequeñas localidades del interior de España. De un tiempo a esta parte, esa sensación se está diluyendo como un azucarillo en una taza de café. Ahora, todo parece una comedia qué ya lo único que crea es un absoluto desinterés: indiferencia ante las noticias, alejamiento de lo que siempre ha sido una referencia en la vida de este país, en una palabra, aburrimiento.
Sin embargo, no hay duda de que la verdadera propuesta de este cañonazo de noticias sobre la capital de España es la búsqueda de la polarización de una sociedad ya casi desquiciada.
La solución a todos estos dilemas ya es de sobra conocida. En el fondo son todos conflictos sólo aparentes. Nunca nadie ha tenido la voluntad de cambiar de raíz el rumbo de una estructura social tan perniciosa como es la aglomeración humana en grandes núcleos urbanos. De hecho, los “arquitectos del sistema” tienen muy claro que necesitan sus peones para que la nueva sociedad de las siguientes décadas sea primordialmente urbana. Desde mi punto de vista es un autentico error seguir esas directrices. El ejemplo más claro lo tenemos con la pandemia que llevamos padeciendo durante más de un año.
La vida en las ciudades tiene sus ventajas y desventajas, al igual que la vida en la España vaciada. Yo personalmente me decanto por la alternativa nómada: ver cosas, viajar, moverse, pero con oasis y puntos de referencia. En la situación global que es hoy día el mundo, se requiere provincianismo en cada lugar y eso es necesario. No puede uno alimentarse únicamente de la cultura urbana; la suma de culturas y referencias da una visión más amplia y compleja de lo que somos como sociedad.
Mientras tanto, bajen un poco el volumen, escuchen y miren un poco más a su alrededor, no vaya a ser que todos aquellos que de alguna manera amamos esa ciudad no queramos volver a oír hablar de ella.
Ángel Fernández