Ha sido esta noche pero podría haber sido cualquier otra noche. Ya se sabe que la condición de padre normalmente te hace perder el poder del mando de la televisión. Obligado por ello me veo inmerso en un mundo de telebasura que espero sea pasajero.
Todo tiene su lado malo y su lado bueno. Después de tragarme el final de EL Hormiguero (menos mal que entre medias esta El Intermedio) me quede pensando en lo que acababa de presenciar en directo. Ha sido uno de los momentos estelares de este programa en los que se realiza claramente un retrato sociológico de unos especímenes que largan y se descojonan de todos nosotros como si tal cosa.
Ojo al dato. Lo juro por Lucifer: estos tipos se parten de risa ,ji,ji,ji, viendo un video donde un muchacho le guiña el ojo a otros muchachos, invidentes, mientras cantan una canción en vete tú saber que acontecimiento o sarao. Jodepa, pienso. Me froto los ojos, pulso la tecla del mando, repulso y vuelvo a pulsar. Lo dicho. Es verdad. Me quedo estupefacto mientras veo a esta panda de imbéciles como se parten el pecho por una situación que indignaría a cualquier ser humano con un poco de sensibilidad, que ya hace falta ser cretino. Pienso que lo mejor sería que todo esto me importara un huevo pero no puedo, alguien tiene que decirles a estos payasos que la situación no es nada graciosa, que ser ciego no tiene ninguna gracia. Si viviera en Madrid no dudaría en ponerme en pie, dirigirme hacia este lugar y sacarlos a todos a hostias del plató televisivo. Les pondría los ojos morados, a ver si se reían de la misma manera.
De todas las maneras no se de que me sorprendo. Este individuo, el presentador de esta bazofia, no hace mucho declaro que para manejarse bien en esta situación de pandemia tenía un truco infalible: pensar que todo el mundo que le rodeaba estaba contagiado con el coronavirus, eso le ayudaba a tomar precauciones. El muy gilipollas.