En julio de 2020 Irán ejecuto a Mahmud Musavi Majd acusado de recibir dólares estadounidenses por proporcionar información acerca de diferentes áreas de seguridad del país a los servicios secretos extranjeros, en concreto, por espiar para CIA y para el servicio secreto israelí (Mossad). Según el Poder Judicial Iraní, el acusado había “proporcionado información sobre el lugar de la estancia y los movimientos del general Qassem Soleimani (62 años), asesinado cerca del aeropuerto de Bagdad mediante un ataque estadounidense con un dron el 3 de enero de este mismo año. Sobre este suceso y la personalidad del general iraní hay un artículo muy interesante en el The New York Times.
Esta semana era asesinado cerca de Teherán el científico más importante del programa nuclear iraní Mohsen Fakhrizadeh (62 años). El gobierno iraní ha acusado a Israel y EEUU de estar detrás de este atentado en suelo iraní. La muerte de Fakhrizadeh se suma a las de otros cuatro científicos nucleares iraníes que fueron asesinados entre 2010 y 2012. Irán ha acusado a Israel de estar involucrado en un complot en estos casos.
Este es un asunto que para alguien que conozca esta zona del mundo no puede sentirse no involucrado. Vamos a tratar de hacer una imagen aproximada a lo que está sucediendo en esta partida de ajedrez.
Detrás de todo este asunto hay varios puntos de inicio de partida que determinan la acción de los países involucrados sobre el terreno.
Los recursos naturales: petróleo y gas.
La región: chitas y suníes disputándose una tierra devastada por sucesivas guerras, donde los países más desarrollados tienen puestos muchos de sus intereses.
Siria: la situación de este país, gobernado durante años con mano de hierro por la minoría suni, la influencia del Estado islámico, y los diferentes intereses de los Emiratos Árabes y especialmente de Arabia Saudí, el mayor acreedor de la deuda norteamericana (ojo, de esto no se habla nada), determinan el centro del tablero.
Irán: un hueso duro de roer. Los Persas quizá sean dentro de todo este conglomerado de naciones creadas artificialmente por los países occidentales -Gran Bretaña, Francia y EEUU principalmente-, la única nación que mantiene intacta su propia identidad. Para entender esto habría que estudiar en profundidad su historia desde Darío y Alejandro Magno, lo cual recomiendo con determinación.
Arabia Saudí: el segundo en discordia en todo este conflicto. El ejemplo más palpable es la situación en Yemen, mejor dicho, el exterminio de Yemen con armas norteamericanas. En esta corta presidencia del impresentable Trump se vendieron armas a los saudíes por el valor de 250.000 millones de dólares. Hagan ustedes la cuenta del numero de víctimas, nada disuasorias, de estas acciones de guerra. Puro negocio.
Israel: la mejor defensa es un ataque. Fue la principal lección que aprendió el pueblo judío después del exterminio nazi. Es quizá el país mejor preparado del mundo para garantizar su supervivencia, siempre que los EEUU los apoyen por la puerta trasera. No importa que su gobierno sea corrupto – en este tablero todos los jugadores lo son-, y que su democracia se vea en muchas ocasiones amenazada por la horda de intransigentes ultraortodoxos. Además tienen dinero, mucho dinero. Y el mejor servicio secreto de inteligencia del mundo.
Otros actores: Rusia y China, que a “la chita callando” hacen negocios con unos y otros pero sin mostrar sus cartas. Mejor que estén, son la barrera que contiene que el conflicto no termine en una guerra total.
Esta es la situación de la partida que no deja de levantar quebraderos de cabeza en entre todos los analistas internacionales expertos en Oriente Medio.
Sin embargo, en toda esta situación, hay un actor principal y determinante, que es a lo que íbamos. ¿Cómo es posible que se pueda producir un atentado como el de esta semana en un país como Irán, donde cada mínimo movimiento está controlado milimétricamente por el régimen de los ayatolas y su Guardia Revolucionaria? Puede que la respuesta se encuentre en los tres millones de iraníes que viven en EEUU, o en la compra por la CIA y los servicios secretos israelíes de funcionarios iraníes que manejan información privilegiada sobre los poderes facticos del país.
Es realista pensar que la respuesta a todo este asunto son los últimos coletazos de Trump y su homologo Israelí, Benjamín Netanyahu. Que mejor que crear el caos cuando el ya presidente electo de Estados Unidos, Joe Biden, ha dicho que Washington regresaría al acuerdo con Irán, y el asesinato de Fakhrizadeh también podría tener como objetivo complicar cualquier negociación futura. Y a la vez salvar su pellejo de todos los casos de corrupción a los que, de una u otra manera, se van a tener que enfrentar.
Nada está claro en esta partida. Esperemos que todo acabe en tablas a pesar de que no cesan en comerse caballos y alfiles iraníes.