Morrinson ha sido uno de los pocos músicos que ha seguido siempre su propio rumbo, lo cual siempre ha limado su reputación. Es de los pocos artistas que no ha dudado en enfrentarse a los medios de comunicación, la industria musical y el mercado. Por eso se le puede considerar uno de los artistas más difíciles de clasificar.
Morinson siempre ha pertenecido a la antigua tradición de cantantes de blues, y su éxito llego en el preciso momento en que la industria musical empezó a fabricar estrellas del Rock, proceso contra el que se rebeló de forma inmediata. Cualquiera que haya trabajado a su lado tienen una opinión muy similar: nunca se siente satisfecho con su trabajo y exaspera hasta la extenuación a diestro y siniestro.
Sin embargo, tras esa mascara de hombre irascible nos encontramos a una persona muy rara, con un físico muy extraño y con una sensibilidad musical extrema. Desde su incierta identidad – ni irlandés ni británico- es de esas personas raras que te puedes encontrar en la vida, llegando incluso a pensar que siempre se lo toma dodo a mal. Hay que tener mucho cuidado con lo que se dice delante de él y como se dice. Jamás le ha temblado la mano para despedir a quien le incomoda o le parece un incompetente. Todo esto se le puede perdonar por su gran talento, por su música tan brillante. Convencerle que se dejara entrevistar era toda una odisea, hasta el punto de levantarse de las entrevistas de manera muy violenta.
Pocos músicos son capaces de inspirar respeto y desesperación en igual medida. A él le da igual y ningún tipo de alabanza consigue contentarlo. Lo único que le interesa es su música, expandirse y evolucionar, tocar terrenos que pueden ir del blues al folk celta pasando por un pop exquisito.
Lo que más llama la atención de este artista es su inquietud constante y la espiritualidad de sus letras. Hay una actitud claramente antisocial en su comportamiento, lo cual puede ser un producto de esa manera tan introspectiva de entender sus creaciones. Hay quien habla de trastornos de personalidad o de que el consumo desmesurado de drogas en su juventud le dejo una huella difícil de borrar. “Soy un excéntrico, es mi manera de ser y no la voy a cambiar”, relataba con sorna a uno de los pocos colaboradores con los que mantenía una relación más o menos sensata.
A su manera en el fondo es un hombre feliz. No le interesan las modas sino los seguidores fieles. No tiene ninguna necesidad de conseguir una canción que encabezase la lista de éxitos, eso no tiene sentido en su mundo artístico. Una de las cosas que le gusta es tocar con músicos de su edad, con la misma categoría artística y, si es posible, que también se sientan al margen de la industria. Para Morinson esa es la ecuación perfecta para hacer música de verdad. Es como si ya no le quedara nada que demostrar.
En sus principios se revolcaba frenéticamente sobre el escenario, demasiado voluble para la época. A día de hoy resulta muy difícil que se levante de su silla. No le ha gustado nunca hacer giras, las odia. A veces se va del escenario y no vuelve en quince minutos. En otras ocasiones ha parado una actuación porque hay un tipo en primera fila que no le gusta como le mira. A los músicos los trata mal, les corta las ideas, pero sabe mantenerlos unidos para que saquen lo mejor de ellos sobre el escenario y en los estudios de grabación. Le gusta ensayar canciones repetidamente que después no toca en directo. Es famoso por las innumerables cuerdas que rompe solo con el fin de que se esté pendiente de su presencia.
“Desarrollo ideas que me llegan del subconsciente, y les doy la forma. No tengo explicación para ello” define un claro compromiso con aspectos mixticos de la vida. No hace mucho declaro que se encontraba perdido y que necesitaba encontrarse. Hablo de alejarse de la muisca y dedicarse a la enseñanza. “Para mí lo espiritual es simplemente ser uno mismo. Mi postura está muy clara: soy, sencillamente, yo, compositor y cantante, nada más”.
Y un cascarrabias de cuidado. Te queremos a pesar de todo.
WHY MUST I ALWAYS EXPLAIN?
¿Por qué, por qué he de estar siempre
dando explicaciones
una y otra vez?
Es sólo un trabajo, ¿sabes?, no es
ninguna bicoca…
Dime por qué he de dar siempre
dando explicaciones.
Me levanto por la mañana y recibo mí
informe.
Salgo a contemplar el mundo sin dar
crédito a lo que veo.
No es la justa indignación la que me
hace quejarme,
es el hecho de tener que estar
siempre dando explicaciones.