Hoy nueve de octubre se cumplen 53 años del vil asesinato del mayor y más digno revolucionario de la historia universal, don Ernesto, el» Che Guevara».
Un «soldadito» boliviano – como escribió Nicolás Guillén y recitó Paco Ibáñez -con su rifle americano regalado por Mr. Johnson, terminó con la vida del Che, y alumbró un mito, en la escuela de una pequeña aldea boliviana llamada La Higuera.
Un Guevara, imbuido de un sentimiento de injusticia social, de un imperialismo que desangraba la rica, en recursos, América latina y a su clase humilde y trabajadora, y – ¿por qué no? -también empatizado de ese sentimiento republicano, ligado a través de sus relaciones con los expatriados españoles en la siempre acogedora y madre América latina.
Un líder que pensaba de manera universal y soñaba con un mundo justo e igualitario para todos sus habitantes sin importar su raza, su color, su religión o su casta. Un intelectual que pronto asimiló la confiscación del poder de la palabra por parte del imperialismo y que no dudo en emprender el único camino válido hacia la revolución…, hacia la libertad…, y que no era otro que el de las armas.
Un comunista confeso, que renunció a su lugar de privilegio en el recién conquistado olimpo cubano, y a ser cómplice de esos excesos contra los que él y sus «barbudos» habían batallado. Un idealista que nunca se separó de la senda encomendada y que llevó su lucha armada hasta el final de sus consecuencias, en un final por él soñado.
Asesinado por el imperialismo yanqui, que más de cincuenta años después trata de seguir silenciando el eco de su voz que aún resuena en las paredes de aquella escuela boliviana, y que desde esa «aula magna» no ha dejado de extenderse por toda América latina hasta nuestros días. También el «cuarto poder», asalariado de gobiernos dudosos, sigue empeñado en emborronar la imagen del insigne comandante Guevara, mientras las clases humildes y trabajadoras seguimos apelando a nuestro derecho al mito.
Desde estas líneas…¡¡HASTA SIEMPRE COMANDANTE!!
Para finalizar, este poema de Benedetti.
Vámonos,
derrotando afrentas.
ERNESTO «CHE» GUEVARA
Así estamos
consternados
rabiosos
aunque esta muerte sea
uno de los absurdos previsibles
da vergüenza mirar
los cuadros
los sillones
las alfombras
sacar una botella del refrigerador
teclear las tres letras mundiales de tu nombre
en la rígida máquina
que nunca
nuca estuvo
con la cinta tan pálida
vergüenza tener frío
y arrimarse a la estufa como siempre
tener hambre y comer
esa cosa tan simple
abrir el tocadiscos y escuchar en silencio
sobre todo si es un cuarteto de Mozart
da vergüenza el confort
y el asma da vergüenza
cuando tú comandante estás cayendo
ametrallado
fabuloso
nítido
eres nuestra conciencia acribillada
dicen que te quemaron
con qué fuego
van a quemar las buenas
las buenas nuevas
la irascible ternura
que trajiste y llevaste
con tu tos
con tu barro
dicen que incineraron
toda tu vocación
menos un dedo
basta para mostrarnos el camino
para acusar al monstruo y sus tizones
para apretar de nuevo los gatillos
así estamos
consternados
rabiosos
claro que con el tiempo la plomiza
consternación
se nos irá pasando
la rabia quedará
se hará más limpia
estás muerto
estás vivo
estás cayendo
estás nube
estás lluvia
estás estrella
donde estés
si es que estás
si estás llegando
aprovecha por fin
a respirar tranquilo
a llenarte de cielo los pulmones
donde estés
si es que estás
si estás llegando
será una pena que no exista Dios
pero habrá otros
claro que habrá otros
dignos de recibirte
comandante.