Como ya viene siendo habitual en los últimos años en los meses de calor, nos encontramos incendios por toda la geografía española.
Este año se están cebando con Galicia. Parece ser que son provocados, porque se han encontrado 5 focos diferentes en Viana do Bolo (Ourense), donde hoy, de momento, han ardido ya más de 190 hectáreas. Por otra parte, está el foco que arrasa el Concello de Verín.
Hay que distinguir entre dos conceptos: el Pirómano, que es aquella persona enferma, con un trastorno del control de los impulsos, con atracción hacia el fuego, y que su enfermedad está relacionada con la provocación de incendios; y el incendiario, que es aquel que “intencionadamente” provoca los incendios con premeditación, bien por hacer daño o con ánimo de lucro.
Sea cual sea la causa del sujeto que las provoca, las consecuencias son nefastas para el medio ambiente.
El Código Penal, con la reforma del 2015, tipifica las penas, según las circunstancias:
- Si es incendioprovocado,ha tenido peligro para la vida o integridad de las personas físicas, se castiga con pena de prisión de 10 a 20 años.
- Si es incendio provocado, pero sin que exista peligro para la vida o integridad física de las personas, se castiga con penas de prisión de 1 a 3 años, según recoge el Art. 351 párrafo segundo en relación con el artículo 266 del Código Penal.
En conclusión, sale baratísimo quemar un monte.
No tengo yo muy claro que motivos económicos llevan a quemar los montes, por lo que he me he interesado, y he leído sobre el tema: algunos de los motivos apuntan hacia los beneficios que genera la venta de madera quemadapara los municipios. Ésta es triturada para destinarla a la industria de los conglomerados y la pasta del papel.
Por otra parte, están los agricultores y ganaderos que quieren “limpiar el monte” para regeneración del pasto, también abaratar el precio de la madera. Todo es un absurdo.
Son muchos años para recuperar un monte o bosque quemado. Se necesita mucha paciencia. Lo primero que hay que hacer es recuperar el suelo. Hay ocasiones en las que la naturaleza hace este trabajo de forma independiente, pero en otras, es necesaria la labor humana.
Dependemos de los árboles y los bosques; lo que nos aportan es imprescindible para nuestra supervivencia: desde el aire que respiramos hasta la madera que utilizamos. Proporcionan hábitats para muchos animales, mitigan el cambio climático (son ecosistemas), llevan a cabo fotosíntesis, son una “farmacia natural… sin embargo, permitimos que muchos desaparezcan.
Año tras año, verano tras verano, asistimos a los incendios y devastación de nuestro planeta: la tierra. Y somos tan gilipollas, que no somos conscientes de que no tenemos otro. No lo cuidamos, y así nos va.