Ciro el Grande fue el gran emperador aqueménida que creó el primer Imperio Persa. Caracterizado por su gran tolerancia, tanto religiosa como cultural, convirtió este territorio (desde el mediterráneo hasta el rio Indo) en un remanso de paz donde convivirían una veintena de etnias distintas.
Con Darío, su sucesor, el Imperio Persa alcanzo su máximo esplendor. Para hacerse una idea de los límites de este imperio basta con enumerar los países actuales que en la antigüedad lo componían: Irán, Afganistán, Pakistán, Turkmenistán, Tadzhikistan, Uzbekistán, Iraq, Israel, Jordania, Chipre, Líbano, Siria, Egipto y casi toda la región del Cáucaso.
Este Imperio fue guerrero, como muchos otros. Cuando visitas las ruinas de Persépolis, de lo poco que dejo Alejandro Magno en pie lo que más llama la atención es la ausencia de violencia en las escenas de los relieves que decoran los muros de esta antigua capital del Imperio Persa. Para muchos iraníes actuales esto es un sentimiento de orgullo que choca frontalmente con la concepción que tiene occidente de ellos.
Esta región siempre ha sido muy rica en recursos naturales. Su situación estratégica entre oriente y occidente ha sido –y sigue siendo- uno de sus mayores problemas. Durante siglos ha sido invadida continuamente. Los mongoles de Gengis Kan, los otomanos, los árabes, los países occidentales, forman parte del conglomerado de pueblos que han ansiado conquistar estos territorios. Y aún así, los persas nunca han perdido su identidad.
“Cuando los invasores llegaban a Persia, estos se hacían persas, nunca a la inversa”
Alejandro Magno se caso con una persa (Roxana) y se volvió medio persa aunque fuera macedónico. Si hay algo que odian los iraníes es ese producto estadunidense llamado “300”, una película donde se realiza una controvertida descripción sobre el pueblo persa. Esta película recaudo 456.068.181 dólares USA y varios premios en certámenes de dudosa calidad. Lo de Irán ha sido el primer algoritmo de la historia. Para comprenderlo hay que hacer un poco de memoria.
Hace más de 10.000 años ya había asentamientos humanos en este país. En el año 1.500 a C. se establecieron los arios, de donde procede el nombre de Irán. Antes existió un “reino perdido” denominado Aratta, sobre el 2.700 a C. Fue con Ciro el Grande cuando se creó el Imperio Persa, uno de los mayores imperios de la historia, y a la vez, más denostado. Para los iraníes esta época de su país representó los verdaderos ideales del pueblo iraní. Ciro libero a los judíos esclavizados en Babilonia, estableció la tolerancia religiosa, creo unas leyes de igualdad para todo su pueblo, aglutino a los invasores. Fue el mayor ejemplo del mundo de la antigüedad en cuanto a empatizar una identidad propia para todos los habitantes del imperio.
Este orgullo siempre estará presente en cada iraní. Cuando fueron invadidos por los árabes, Irán se islamizo pero su fe se unió a la parte chiita, la contraria a la de los árabes, que es la sunni, mucho más radical e intransigente. Era una manera de decir que “seguían siendo persas”. Sobre el terreno, cuando conversas con un iraní siempre acabaran diciendo: “No somos árabes, no somos terroristas. Somos persas”. A muchos de los países de su alrededor que decidieron adoptar la doctrina sunni les ha ido mejor, excepto Irak. Los recursos naturales y la no conveniencia con EEUU han marcado el destino de Irán. Casi 140.000 millones de barriles de petróleo almacena Irán en sus entrañas, la cantidad de gas natural no está establecida oficialmente pero fuentes solventes aseguran que es la mayor del planeta.
En 1979 se estableció una república islámica en Irán. Habían pasado muchos cientos de años desde que Ciro el Grande creara el primer Imperio Persa. Cuando los iraníes le dieron una patada en el trasero al sha (un títere de los países occidentales) e instauraron este tipo de gobierno pensaron que recuperarían el antiguo esplendor del Imperio Persa. Dejar en manos de los mulás el país fue su mayor imprudencia y una mala idea.
Los iraníes habían celebrado la caída del sha pero no tenían en cuenta lo que les esperaba con el islam. Lo que en un principio fue una revolución en toda regla para alcanzar los deseos de un pueblo que amaba ser como lo fue en el pasado se convirtió en una pesadilla. Y querer ser como en el pasado tampoco ha sido la decisión más acertada.
“Nuestra identidad ha sufrido una masacre continua, y la reacción siempre ha sido el regreso a esa identidad más profunda. Dentro de cada iraní hay un emperador o una emperatriz. De eso no hay duda”.
Lo que queda de Persépolis siempre estará en el corazón de los iraníes. Las paredes, puertas y columnas son la viva imagen de la magnitud de esta civilización. Ideales como la fraternidad, la tolerancia, la iconografía que marcaba sus ritos y creencias, la diversidad religiosa… se retrata fielmente en los muros de este recinto arqueológico.
Recuerdo que cuando visite Persépolis estaba a punto de atardecer. En completa soledad intuí la nostalgia que siente el pueblo iraní sobre su verdadera identidad. Para conocer Irán y lo que realmente representa, basta con estar en ese momento en este lugar.
En la actualidad Irán es uno de los países más afectados por el virus (me niego a nombrarlo). Apenas sale en las noticias, como tampoco sale petróleo de sus pozos. O sí, que se lo pregunten a los chinos, quizá ellos tengan la respuesta, con consentimiento de los mulás.
Ángel Fernández.