Reflexiones del suicidio, y de suicidas

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La semana pasada, mi colega “el profe” me hizo una llamada para ver que tal me encontraba. Durante más de una hora hicimos un repaso amable de los tiempos que vivimos juntos en el pasado. Fue una grata conversación. Sin embargo, hubo un tema que tratamos que no ha parado de darme vueltas estos días en la cabeza: el suicidio. Todo vino a raíz de comentarle que hace unos años un conocido apareció muerto en su casa. Durante un tiempo la versión oficial decía que su muerte se había debido a causas naturales, infarto o algo parecido.

No hace apenas unos meses cuando alguien me “cotilleo” que en realidad se había suicidado. No estaba pasando por un buen momento emocional, entro en depresión y decidió acabar con su vida.  La familia trato de ocultar la verdad. Y eso es lo que me ha estado rondando por la cabeza los últimos días, ¿Cuál es el motivo de ocultar una realidad que al único que le puede afectar es al que se ha ido?

Como soy un culo inquieto decidí indagar un poco más en el tema. Tirando un poco de Internet descubrí algo que me rompió un poco los esquemas. Un porcentaje muy elevado de la población -casi el 90%-  evita hablar del suicidio, y el resto- 10 %- se lo ha planteado, el suicidarse. Fue entonces cuando también descubrí que muchos de los suicidas tienen algún problema asociado a la salud, ya sea física o mental.

Todos los especialistas en psiquiatría están de acuerdo que el suicidio de algún familiar o ser querido se trata de ocultar por el sentimiento de culpa. Y todos están de acuerdo que es un tremendo error. Silenciar una realidad como es el suicidio incita a la no prevención de este acto. Es como cuando barres tu casa y ocultas la mierda debajo de la alfombra.

En España las cifras de suicidio no están muy claras, en parte debido a este ocultamiento. Oficialmente se habla de una cifra de 3.000 suicidios al año, así que si le sumamos la tasa de ocultamiento las cifras se pueden disparar. El presupuesto de la DGT para controlar el tráfico en el país y evitar las muertes en las carreteras asciende a unos 800 millones de euros, mas multas. El número de muertos es muy inferior al que se producen por suicidios, es más, algún que otro muerto en la carretera seguro que ha tenido una causa intencionada. Claro está, que si no hubiera un control de la seguridad vial el número de accidentes y muertos sería mucho más elevado. Lo que no cuadran son las cifras que se destinan a prevenir cada tipo de muertes.   

En Marzo de 2019 el ministerio de sanidad puso en marcha un teléfono de atención para prevenir los suicidios. Interesante idea, una línea de teléfono con un interlocutor al otro lado de la línea- si no comunica- para decirte que te lo tomes con calma. Un intento de suicidio es el resultado de un terrible sufrimiento que no se resuelve con una llamada.

De la misma manera que hay numerosas patrullas policiales patrullando por las carreteras, innumerables radares de velocidad, más las normas establecidas de seguridad vial, para prevenir el suicidio las partidas económicas que se dedican son ridículas.

Hay mucha hipocresía detrás de todo esto. Por un lado tenemos esa herencia maldita de la dictadura vivida durante más de cuarenta años con esos valores religiosos tan intrínsecos en la sociedad española.  Los suicidas no es que sean pecadores, no se merecen la piedad del creador. Después esta el miedo de un sistema a que alguien, de manera individual, decida acabar con su vida. Nunca habría pensado esto pero es algo establecido oficialmente. Si te pegas un tiro, te ahorcas o te tomas un tarro de pastillas la administración no solo lo va a declarar como un acto subversivo, sino también como un fraude para que alguien cobre un seguro de vida.

En la historia de los suicidas- para cambiar de tema, ya volveremos posteriormente- los ha habido de todos los tipos  y colores, así como sus métodos.   

Ernest Hemingway se pego un tiro en la cabeza después de haberse bebido la vida a tragos. Este siempre aparece el primero de la lista. Su esposa en esos momentos dijo que había sido de manera accidental, después admitió que se había suicidado. Tenía problemas ya relacionados con la salud mental.

Lo de Vincent Van Gogh no está claro y nunca lo va a estar. Hace unos mese leí una noticia que hablaba de una pistola descompuesta que  había aparecido por esos campos de Arles. Del loco del “pelo rojo” se ha dicho que su pintura se relaciona directamente con una persona depresiva. Vendita depresión, a veces el suicida tiene eso.

Marilyn Monroe. A esta mujer pienso que la suicidaron, ella también puso de su parte. Todo un mito reducido a la ingenuidad cuando realmente no lo era, intelectualmente podría darle mil vueltas a ese ingrato de exmarido llamado Arthur Miller, ya no digamos al mujeriego de La Familia Kennedy.

Emilio Salgari, autor de Sandokan y de otras vidas aventureras. Se suicidó haciéndose el harakiri tras una vida plagada de desgracias, como la muerte de sus hijos y esposa. Cualquiera de nosotros haríamos lo mismo.

Janis Joplin, el chico más feo del instituto. Con esos precedentes y su adicción a la heroína estaba cantado. Que voz tan increíble.

Virginia Woolf, un icono feminista que decidió lanzarse a un rio con los bolsillos llenos de piedras. Su vida  estuvo marcada por la inestabilidad emocional y por varios intentos de suicidio. Uno de los suicidios más silenciados, quizá por ser una mujer luchadora en esa época tan clasista.

Pedro Armendáriz, actor mexicano. Se pego un tiro en el corazón mientras sufría un cáncer incurable.  De estos casos los hay a patadas.

Jacques Rigaut, poeta. En palabras suyas: “Mi libro de cabecera es un revólver (…) y quizás algún día, al acostarme, en vez de apretar el interruptor de la luz, distraído, me equivoco y aprieto el gatillo» Un buen poeta y comprometido con la causa.

Ángel Ganivet, otro poeta. Se tiro al mar pero un barco lo recogió. Se volvió a tirar así que lo dejaron marcharse a la deriva.

Hunter S. Thompson, un periodista de los de la vieja guardia: escritor, bebedor y viviendo al límite. Cuando vio que ya había visto suficiente, o que su hígado no funcionaba, se pego un tiro en la boca con una escopeta, como sale en las películas, sentado en una silla y apoyando la escopeta sobre el suelo.

Cesare Pavese, una de las grandes figuras literarias e intelectuales de la primera mitad del siglo XX .La ansiedad existencial pudo con él. Y también los fascistas.

Kurt Cobain, un tiro en la cabeza. Ya lo predecía en las letras de sus canciones aunque nadie se lo tomara en serio, “Me odio y quiero morir.”

Adolf Hitler. Lastima no se hubiera suicidado en 1939. Murió como el cobarde que era. Le acompañaron varios fanáticos.

Ian Curtis, Vocalista de Joy Division. Se ahorco en la cocina de su casa. Un grupo de culto, tenebroso.

El suicidio colectivo más grande de la historia: 914 muertos. Sucedió en la Guyana (colonia británica situada entre Surinam, Venezuela y Brasil), en 1978. Cientos de hombres, mujeres y niños, en su mayoría negros estadounidenses pobres. Aqui hay más información.

Todos estos casos- excepto el último, que no es más que un ejemplo de la crueldad humana- subrayan la pasión trágica del ser humano.

A todos de los suicidas, ya sean ilustres o no, les une una serie de procesos donde se une lo intenso con lo simbólico, lo trascendente con una conexión existencial de la vida. El suicidio no es un acto impetuoso en la mayoría de los casos. Todo se desarrolla con premeditación. En su mayor parte las personas se suicidan por qué no se sienten comprendidas por los demás, especialmente por los seres queridos. Hay muchas dosis de depresión y enfermedades por medio de tal manera que al final se toma el suicidio como algo trivial, y no lo es. Es un problema muy grave y como tal debería de tratarse.

Los medios dispuestos son escasos y los suicidas son imprevisibles. Como siempre, seremos nosotros los que tenemos que poner de nuestra parte para evitar en la medida de lo posible evitar suicidios innecesarios. Cada uno es libre de terminar con su vida cuando lo desee, eso es indiscutible. Si estas sufriendo y sabes que no tienes ningún futuro hay que supervisarlo para que te vayas de la manera más digna. Si es por depresión, problemas emocionales o existenciales, familiares, económicos..,no se arregla con una línea telefónica. Se invierte en prevención como en armamento, en educación social para que no exista exclusión que lleva a muchas personas al abandono y la soledad.  

Ahora vienen tiempos difíciles. Si no se está a la altura el número puede aumentar. Ese “sálvese quien pueda” se puede convertir en “que puedo hacer por ti”. Lo contrario es tristeza, evitar mirarse avergonzados.

Ángel Fernández.