G.G. Prokófiev.
Si vas a Toledo y te pasas por El Internacional a tomar una cerveza, puede que te encuentres con un cantautor con bigote y un carácter acogedor y simpático, acompañado de su guitarra y algún brebaje con los grados suficientes como para resistir toda una velada de buenas tertulias sobre música, política o simplemente actos cotidianos y sencillos, siempre con sarcasmo, ironía y mucha inteligencia. Dicho esto, se puede entender la obra musical y poética de Carlos Ávila, donde a una buena lírica, se le añade un toque utópico, Todos los días sueño, y una socarronería ácida que suele levantar las risas de todos aquellos que le siguen en sus directos.
Sus musas o musos, haciendo honor a Poemo (Jesús Lizano), tiene mucho del compromiso de Víctor Jara, el susurro onírico de Mikel Laboa, el mensaje directo de bandas de punk que ha versionado en sus concierto como Kortatu, pero sobre todo recuerda a la actitud e idiosincrasia ácrata de Chicho Sánchez Ferlosio y el humor de Javier Krahe.
Después de debutar con dos poemarios “La paz a ti debida” (Vitrubio,2005), y “No todas las cabras están locas” (Endymion, 2010), lo hace musicalmente con “Justicia Poética” (2016) donde canta a Gloria Fuertes, Pedro Garfias, Góngora o César Vallejo, y tres años después decide publicar el libro-disco “Pero lo nuestro es cantar” (Gato encerrado, 2019), donde encontramos un poema de Jesús Lizano y 9 canciones compuestas de su puño y guitarra. En ambos trabajos colabora con un grande de la canción de autor como es Javier Maroto, del que otro día hablaremos, España, aparta de mí este cáliz en Justicia Poética y esta vez en Quizás porque.
Es un disco digno de un vidente, pues nos predice una epidemia, pero mucho mejor que está en la que nos hemos visto de repente, una Pandemia sexual. Posiblemente pocos trovadores sean capaces de hacer un humor tan directo y sin censuras, consiguiendo a ritmo de pasadoble y kazoo sonrojar con picardía solaz al que lo escucha, y “es que el romanticismo no es santo de su devoción ” como afirma en Canción para hablar de amor, pero solo hace falta hablar un poquito con Ávila para ver que derrocha cariño y sensibilidad; estoy seguro que El “amigo que ha llorado con Lo que el viento se llevó” fue él.
Si lo escucháis, os encontraréis con canciones realmente biográficas, y es de agradecer que se desnude ante el oyente, consiguiendo que cada compás y cada verso ayuden a crear una complicidad que no es fácil de conseguir, ahí están Mi caballo ganador o La guitarra cuando suena que aparte de enumerar pequeñas y grandes cosas que a mucha gente nos hacen degustar La belleza de este mundo, también tira de las orejas a aquellas personas que han decidido minimizar todo aquello que no se puede economizar y hacer negocio de ello. Malditos gurús capitalistas que desde que empiezas a ir al cole, intentan imponerte qué es lo bueno y lo malo, lo que debe y no debe estar dentro del molde.
Pero también encontramos letras que están contadas en tercera persona como El doradoo El vengador. Es difícil abstraerse y escribir historias ajenas que interesen, para ello hay que tener un gran poder de descripción para crear imágenes mentales y lugares comunes con los que empatizar por muy descabellado que sea todo, y eso el toledano lo consigue.
Por ser como eres, te dedico estos versos que me inspiró “Justicia poética”, simplemente, no cambies nunca (tampoco hace falta que te lo diga, porque sé que no lo vas a hacer):
“De la guitarra nace el acorde
Y da sentido a la palabra
Que brota esta noche
De la bendita ebriedad inspiradora
Que me obliga a declararme bakunista
Más por Baco que por ácrata
Que remplaza la duda por ideas
Y vence la rigidez con espontaneidad.
La música construye la rima
El ritmo se levanta en rebeldía
Los sonidos inundan la cabeza
Como torrentes cálidos de brisa
Sentimientos en surtidor de emociones,
¿el tema?: social, paradoja o amor.
De repente me vienes a la cabeza
Pienso, luego existes.
Pero lo nuestro es cantar (2019)
Editorial Gato Encerrado. Grabado en el estudio “En mi rincón” por Antonio de Pinto entre septiembre y octubre de 2019 (Madrid).
Producción artística, arreglos e instrumentación por Antonio Toledo.