¿Alguna vez te has parado a pensar, que la vida va de otra cosa? Para empezar, debes preguntarte ¿De qué va para ti la vida?
Parece que desde el mismo instante en que somos concebidos ya tenemos la
vida planificada. Hay unas reglas sociales que debemos seguir para no salirnos de lo socialmente “bien” establecido. El ciclo de la vida después de nacer, es tener unos estudios, tener pareja, un buen trabajo, comprar una casa, un coche, formar una familia y volver a empezar con el ciclo. Pero no, la vida va de otra cosa.
La vida va de encontrar nuestro para qué. Todas las personas estamos aquí con un fin y todas tenemos un para qué. Cuando tomamos decisiones las tomamos con ese para qué. Lo que debemos tener claro es, que ese para qué, tiene que ser en nuestro beneficio y no en el de los demás. Que tú tienes que vivir tu vida, ya que vida, solo tienes esta y la debes aprovechar para disfrutarla y ser lo más feliz posible.
La vida no va de hacer felices a las otras personas, no va de querer complacer a todo el mundo, no va de ser o aparentar ser la persona que no eres.
La vida va de hacer lo que tu intuición te marque, va de escuchar más al
corazón, va de ser una persona honesta contigo mismo/a, va de ser sincera/o. La vida va de aceptarte tal y como eres, con todos tus lados, los más claros y los más oscuros. La vida va de luchar y defender lo que consideras justo, va de no rendirte ante la adversidad, sino de sacar fuerzas y aprendizaje para continuar.
Va de respetarte y no de luchar contra ti.
Sé por experiencia propia que la vida va de otra cosa. Se lo que es vivir la vida de otros y no la mía propia, eso me llevo a tener episodios de ansiedad e incluso de depresión. Me pasaba la vida intentando complacer a todo el mundo menos a mí. Y lo peor de todo es, que a las personas a las que intentaba complacer tampoco se sentían contentas, si hacía mucho, ellas merecían más. Todo les parecía poco y yo tenía una gran sensación de vacío, ya que intentaba con todas mis fuerzas que la gente que me rodeaba estuviera y se sintiera a gusto aún a costa de mi propio bienestar y no lo conseguía. En mi consulta me encuentro a diario con personas que se sienten vacías por no hacer lo que realmente les gustaría hacer.
Quiero contarte la historia de una chica que me tocó especialmente ya que
después de tener una vida estructurada decide salir del armario. Esta chica me comentaba que ella es de las que piensan que las cosas no pasan por casualidad y de hecho a ella la vida le dio una segunda oportunidad y decidió aprovecharla.
Durante su adolescencia conoció a una chica que se convirtió en su amiga del alma. La acompañó en uno de los momentos más duros de su vida, la separación de sus padres. Se convirtió en una persona muy especial para ella, con la que tenía un gran filin, no era como el resto de amigas. Con ella se podía comunicar con solo una mirada, todo el tiempo juntas era poco y por eso se llamaban por teléfono todos los días y al colgar se escribían cartas. Su madre no entendía esta relación de amistad y se lo repetía a menudo, incluso le decía si esa chica no querría algo con ella, porque no era normal lo que hacían. Ella intentaba explicarle que era su mejor amiga y no darle más importancia.
Un día su amiga, le comunica que se tiene que ir a vivir a otra ciudad y eso para ella fue un duro golpe. Mantuvieron la relación durante un tiempo, hasta que un día sus vidas toman rumbos diferentes y ambas se emparejan y la relación se enfría y aunque no logra entender que era lo que pasaba, ya que su amistad era más fuerte que todo, ella sigue escribiéndola sin tener respuesta.
Pero como la vida va de otra cosa, un día una de sus cartas sí que fue contestada. Habían pasado once años, pero la emoción que sentía era la misma que si hubiera estado el día antes con ella. Quedaron en verse y el reencuentro fue tan natural como si el tiempo no hubiera transcurrido.
Lo peor llegó después. Las dos estaban casadas, ella acababa de tener a su hijo, y su amiga tenía una hija pre-adolescente y aunque pasados once años ya sabía identificar cual era el sentimiento que tenía hacia ella, no sabía cómo decírselo por el miedo a su respuesta.
Volvieron a reanudar su amistad, pero ya no era una simple amistad. Había
descubierto que lo que sentía por ella no era lo que sentía por el que era su
marido y algo similar le ocurría a ella. “Intenté por todos los medios reprimir mis sentimientos hacia ella y continuar mi vida como la tenía programada.
Esperar a que mi hijo fuera un poco más grande y darle un hermano/a. Mi
posición era buena, los dos teníamos trabajo, un bonito piso, vamos que
seguíamos los cánones socialmente establecidos. No te puedes hacer a la idea, o quizás sí, (porque te haya pasado algo similar), lo que luche conmigo misma para no sentir lo que sentía. Fue un año muy duro para mí. Mi corazón, mi intuición, me decían que debía separarme y luchar por lo que quería, sin embargo, mi razón me decía que iba a tener todo en contra, que nadie me iba a entender, eso me generó mucha lucha interna y no sentirme realizada como persona”. Me comenta en una de las primeras sesiones.
Su objetivo era conseguir romper con todo sin sentirse culpable. Me decía que, si tomaba la decisión de romper con todo y seguir a su corazón, estaría haciendo daño a otras personas. A medida que avanzaba en el proceso de coaching transpersonal empezó a ser consciente de que el daño se lo estaba haciendo a sí misma y por ende a toda persona que tenía a su alrededor.
Como para todo, siempre hay un momento en que tienes que tocar fondo para impulsarte y ese día llegó. Decidió venir a verme para coger las riendas de su vida, y una vez lo hizo, ya no había marcha atrás. Fue tal el descubrimiento de que la vida va de otra cosa y que no nos tenemos que sentir culpables por las decisiones que tomamos, que su enfoque cambio.
Se separó y aunque le llevo algunos meses adaptarse a la nueva situación,
consiguió hacerlo sin sentirse culpable.
Porque la vida va de eso, de manejar el timón de tu vida y ajustar las velas
cuando soplen vientos fuertes.
“Salir de armario no fue tampoco tarea fácil, ya que mis propias creencias me hacían poner límites. Tenía miedo que mi familia no me entendiera, que mi hijo al crecer me odiara y eso me limitaba a la hora de llevar la relación con total naturalidad. El día que decidí dar el paso era con todas las consecuencias y para romper los miedos y las creencias limitantes no hay mejor cosa que enfrentarte a ellas y así lo hice. Desde ese día vivo alineada y en equilibrio con mi lado racional y emocional”.
Testimonios como el de esta coachee son los que hacen que acompañe a las
personas a que hagan lo mismo. A que se miren dentro y saquen la fuerza
intrínseca para vivir la vida que realmente quieren vivir, porque ¿Qué es lo peor que puede pasar?
La vida va de otra cosa…
@dara_coach