Primero fueron las funerarias, multiplicando por dos la cuantía de los sepelios hasta que el gobierno regulo los precios. No tardando mucho se pusieron las pilas los incipientes emprendedores con las mascarillas y guantes sanitarios (lo de estos lo seguimos arrastrando a pesar de la intervención del gobierno).
A continuación se unieron a la banda los fabricantes de mamparas de metacrilato, por un metro cuadrado con los soportes de base te facturan 100 euros (en 2019 el precio del metro cuadrado con el espesor adecuado para evitar “contagiarse” rondaba los 19 euros). Siempre hay gente decente, todo hay que decirlo.
De los medios de comunicación somos todos conscientes del interés que ha suscitado la pandemia en sus cuentas: pierden ingresos por publicidad que lo compensan con creces con la dependencia que están creando a una sociedad aposentada en su sofá mirando la pantalla, amén de subvenciones públicas y privadas.
Por otro lado tenemos a las plataformas como Netflix, que aparte de subir sus acciones un 15 % nos hemos enterado que los impuestos que paga en España rondan los 3.000 euros.
Más de lo mismo sucede con empresas como facebook, Amazon, Youtube, Activision Blizzard (videojuegos), Top Glove (fabricante de guantes), GrubHub (reparto de comidas), las farmacéuticas y biotecnológicas Regeneron Pharmaceuticals, Novavax, Moderna, Inovio. La compañía K12, dedicada a la educación online de niños, Teladoc, un servicio de videoconferencia entre pacientes y médicos ha subido un 50 %.
No podemos olvidar a las empresas que nos suministran acceso a Internet –Movistar, Vodafone, Jazztel..-, que ahora te regalan gigas de datos que sin duda ya estarán estudiando sus propios consejos directivos como cobrártelos en un futuro no lejano. En España pagamos actualmente las tarifas más altas de la Unión Europea por estos servicios.
Otro de los fenómenos ha sido el de los test de prueba rápida del coronavirus. Mientras muchos sanitarios -médicos incluidos- no han tenido acceso a las pruebas (y tengo bases para refutarlo) hay empresas que hacen negocio con la salud pública de los Españoles. Podríamos empezar por los futbolistas –son unos astros hasta en estas situaciones y el negocio es mucho negocio -, seguir con los políticos- Vox pagó por las pruebas: «No hay que saturar la sanidad pública», en ”Moncloa se han destinado hasta 40 test» del Covid-19 (28 de marzo de 2020) para descartar o confirmar cuando esas pruebas no están disponibles para muchos ciudadanos”, y terminar con los ciudadanos temerosos (y estafados) que adquieren un kit casero en Internet. Hay para todos, no problem be happy.
Y lo mas vergonzante de todo, porque a fin de cuentas es lo que nos influye diariamente a todos los españoles, son los precios en los supermercados. Mientras a los productores de “Ternera Gallega” la Xunta de Galicia les permite congelar la carne para tiempos venideros los consumidores notan en sus bolsillos que el precio va en ascenso día a día. Las naranjas, “como consecuencia del fin de temporada”, se mantienen a un ritmo de subida adecuado para la crisis. Patatas, leche, verduras, productos frescos, todos hemos notado un incremento de los precios cuando en un país como España, que vive del turismo, no hay un solo turista que consuma estos productos. Hoteles, restaurantes, bares,..Todo cerrado. Lo más lógico es que los precios se bajen, comer comemos lo mismo que antes pero con la diferencia que en este momento no hay diez millones de turistas en el país consumiendo. Curioso lo del empresario #468 Juan Roig.
Según un estudio, los supermercados están vendiendo en estos días un 145% más. El precio de la berenjena se ha multiplicado por 20. El pimiento italiano se ha encarecido más de un 25% en marzo. La coliflor y el brócoli también registran subidas en el precio. El tomate y el calabacín han subido entre 30 y 40 céntimos el kilo.
En resumen, vivimos en una economía de capitalismo brutal, y por muchas muestras de solidaridad que, ciertamente, manifestamos como seres humanos, esa fuerza es imparable, es un retrato de lo que hemos elegido y aceptado. Por lo tanto nuestra queja está completamente injustificada.
Otra historia es que se quejen en el Barrio de Salamanca (Madrid), ellos si tienen un motivo, no aceptan las reglas, aunque sean ellos los que las han establecido, y ahora se ven entre la espada y la pared.