Por Cesar Núñez.
CÁTEDRA DE LEÓN SUBCONSCIENTE
Una llamada del Vaticano había sido suficiente. Inyección.
—Es moneda americana, ¿quién está al tanto y cometió ese error?
—El prior dominico Doreste. ¿Quiere hablar con él?
—No, dejemos pasar unos días. Me intriga la reacción de la clase baja. Retírate.
El madrugador Padre Justo Meñique sentado en su despacho.
—Buenos días. Soy el Padre Justo, páseme con el coronel.
—Padre Justo, es un placer oírle. Se ha fijado que azul celeste tenemos hoy.
—Mire, coronel, no estoy para cielos. La restauración ha comenzado.
—Pero padre, qué me dice.
—Lo que oye. ¿Cómo va el polvorín?
—El polvorín se encuentra en fase dos. Almacenado explosivo, pólvora negra, dagas, rifles, ametralladoras y munición. Pero…
—¿Pero qué?
—Pues… según el Sargento faltan tres balas de plomo y dos proyectiles. No quiero culpar a nadie, el sargento es hombre de fiar, solo él, yo y el prior Doreste tenemos copia de la llave. Ayer noche en el recuento no faltaba nada.
El Padre Justo Meñique se levantó, se acercó al ventanal y encendió un cigarrillo mirando fijamente los pináculos.
—Coronel, le voy a meter un pináculo por el culo.
Una llamada del Vaticano había sido suficiente. Inyección.
César Núñez.